El templo profano de San Mateu es Ses Casetes, donde el peregrino celebra la buena mesa. Marga le ha dado un toque coqueto y floral, y Vicente lleva su propio azafrán a la cocina. El resultado es gozoso oasis, baluarte corsario, refugio sabroso de los hartos del timo de fusión estándar que invade comercialmente la isla como una razzia berberisca. Y debo confesar que el arroz de matanzas fue de antología. Lo hicieron a mi gusto, sin mentiroso colorante pero con afrodisiaco azafrán, y el vino corría como un maná, alentando la buena conversación mientras sonaba la música de una lluvia bendita.
San Mateo
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