Las inquietudes de Vicent Marí le han llevado a sacarse varias carreras. | Toni Planells

Vicent Marí (es Puig d’en Valls, 1959) lleva años como presidente de la Asociación de Apicultores de Ibiza. Una afición que viene cultivando desde 2012, aunque sus inquietudes van más allá de la apicultura, dedicándose a su propio aprendizaje durante décadas. Una formación con la que ya se ha sacado hasta cinco carreras universitarias.

—¿Dónde nació usted?
—’És Eivissa on he nascut jo’, como dice la canción. Nací en es Puig d’en Valls concretamente, en casa de mis padrinos, Manuel y Pepa, Can Palerm. Vivimos en su casa hasta que contruimos la nuestra en un pedazo de su terreno que me cedieron mis padrinos cuando era muy pequeño. Mi hermano Joan nació cuando yo tenía 11 años.

—¿A qué se dedicaban sus padres?
Mi madre, Maria de Can Menut, como la mayoría de mujeres de su generación, se dedicaba a cuidar de la casa y de sus hijos. Mi padre, Vicent de Can Marí, era carretero. Empezó con un carro de ‘calaix’ y un caballo que le compraron mis padrinos y, con el tiempo, acabó asociándose con Jaume ‘Costera’ para hacerse con unos ‘dumpers’ con los que poder moverse por Dalt Vila, donde no podían llegar los camiones. Llevaban todo tipo de materiales, también harina a las panaderías, por ejemplo, donde iba a menudo a ayudarle a altas horas de la madrugada. Más adelante se hizo con un camión con el que trabajó desde entonces.

—Habla de la relación con sus padrinos como la de su familia más cercana.
—Así es. Para ellos yo representaba el hijo que nunca tuvieron. En realidad es como si hubiera tenido hasta tres núcleos familiares, porque unos vecinos, Pep y Pepa de Can Bosc, que tampoco tuvieron hijos, también me trataron siempre como si fuera hijo suyo. No había día que no me vinieran a ver, si era muy tarde se limitaban a tocarme la ventana y darme las buenas noches. Pep siempre me llamaba con el ‘cornet’ cada vez que venía de pescar.

—¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
—Yo pertenezco a la generación del ‘baby boom’. Una generación que hemos vivido desde el auge de la tecnología hasta la llegada del turismo y su desarrollo desde un turismo más bien elitista a un turismo de masas. Sin embargo, somos una generación que ha tenido la suerte de ver cómo era la Ibiza antes de la llegada del turismo y la transformación que ha sufrido la isla desde entonces. He podido conocer Platja d’en Bossa cuando solo había palmeras, la desaparecida Platja des Duros, la Barra, s’Illa Plana sin una sola casa...

—Me está hablando de recuerdos a nivel generacional, a nivel particular, ¿qué recuerdos conserva de la Ibiza de su niñez?
—Por ejemplo, cuando íbamos con mi padre al aeropuerto para ver, si teníamos suerte, cómo aterrizaban o despegaban los aviones. Era todo un espectáculo. Nos tomábamos un refresco en la antigua terminal mientras veíamos a los turistas atravesar esa ‘porta de feixa’ con la que se les recibía. Eran una gente muy diferente a nosotros: vestían raro, eran altos, tenían la piel muy blanca, el pelo largo y, las mujeres eran altas, con los ojos claros y el pelo rubio. Otro espectáculo al que me llevaban mis padres era en el puerto, cuando partía ‘el vapor’ y los pasajeros lanzaban un rollo de papel higiénico. También jugábamos a las canicas, a fútbol o a ‘toc i palm’ en cualquier descampado, como en el que, cuando tenía unos ocho años, construyeron la iglesia de es Puig d’en Valls, ‘Nuestra Señora Madre de la Iglesia’.

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—¿Dónde fue al colegio?
—La primera educación la recibí por parte de Toni des Terç, que nos daba clases a los chicos del pueblo. Después abrieron el colegio ‘Dalt des Puig’ donde nos dieron clases don Pío y don Joan antes de que Margarita Guasch Cañas diera clases encima de la tienda de Es Terç. A los nueve años entré a Juan XXIII, antes de pasar al Seminario (previo examen) donde pasé una etapa maravillosa de mi vida con profesores como don Joan ‘Murtera’, Miquel Torres o Vicent ‘Pins’, que era un verdadero vanguardista. Nos llevaba a hacer estancias a es Cubells y organizaba misas cantadas, que era algo muy revolucionario. De los 57 que empezamos en el Seminario, solo terminamos seis.

—¿Continuó entonces con sus estudios?
—Al terminar el Seminario no. Era 1976 y había una verdadera euforia por el trabajo y mucha demanda de trabajadores cualificados. Con 16 años le planteé a mi padre el ponerme a trabajar y al día siguiente empecé a trabajar en la contabilidad de una casa de pinturas. Mientras tanto, seguí estudiando en la Academia Cots. Cuatro años más tarde, en 1980, entré a trabajar en el Grupo de Puertos de Baleares durante 43 años, seis meses y 20 días. Hasta 1995 estuve combinando los dos trabajos.

—Hasta 1995, supongo que su vida evolucionó de alguna manera.
—Sin duda. Desde 1976 hasta 1995 me dio tiempo a hacer la mili, casarme justo después con Maria Balbina de Can Besoró y tener a nuestras tres hijas: Natalia, Anabel y Rosalía. Ese año abrí con mi esposa una pajarería, ‘Inseparables’ , en Santa Eulària y más tarde también en Sant Antoni, que tuvimos hasta 2018. También retomé los estudios.

—¿Qué estudios hizo?
—En 1984 hice el COU a través del INBAD y me matriculé en Económicas en la Universidad de Valencia. Como solo iba a los exámenes, tardé unos cuantos años en sacarme la carrera. Más adelante, con unos 45 años, me matriculé en Turismo y me saqué la carrera en dos años, así que, al terminar, hice Derecho a la vez que me sacaba el título superior de Turismo. Al terminar decidí matricularme en Ciencias Jurídicas y, antes de terminar, me puse a estudiar Ciencias Políticas, que solo me queda una asignatura para terminar y, hace dos años que he empezado a estudiar Criminología. También tengo dos tesis doctorales y otra más en marcha sobre Historia Medieval. Además, llevo hechos unos 130 cursos relacionados en la capacitación y el derecho relacionado con la apicultura.

—También es un gran aficionado a la apicultura, ¿cuándo descubrió esta vocación?
—Así es. Mi mentor fue Jaume Ferrer, que me regaló dos colmenas en 2012. Desde entonces hasta ahora, ya tengo 200 y soy presidente de la Asociación de Apicultores desde 2016. Que es a lo que dedico la mayor parte de mi tiempo actualmente.

—¿Qué momento vive la apicultura hoy en día?
—Vivimos un momento crítico. Me refiero a hándicaps como el cambio climático o la falta de relevo generacional. Es necesario que se haga una formación reglada, tal como se hace en muchos países de Latinoamérica.