David, habitación 34, no le apetece conversar y ayer leyó el periódico; Antonio, habitación 36, su nieto hizo la comunión el domingo pasado; Francisco, habitación 40, está algo distante desde hace varios días… Esta clase de información es la única que aparece cada semana en la libreta de Nunca Solos Ibiza, asociación de voluntarios destinada a acompañar a pacientes hospitalizados en Can Misses. «Nunca se muestra la enfermedad, simplemente se apuntan datos más personales para que la siguiente voluntaria sepa cómo actuar y le sea más fácil poder entablar una conversación con el paciente», destaca Rosario, presidenta de la asociación, recordando algunos de los casos especiales como el de Francisco: «Al principio no nos quería ver y ahora nos viene a buscar a la sala para que le hagamos compañía».
Precisamente en este espacio, ubicado en la planta de Medicina Interna G, es donde se fragua esta solidaridad que transforma la tristeza y el desánimo de los usuarios en una confianza capaz de construir, en un entorno tan difícil como el hospitalario, un vínculo de complicidad entre los distintos voluntarios y las personas ingresadas. Esta solidaridad se desplaza, cada martes y cada jueves, hasta las diferentes habitaciones de la planta para acompañar a los pacientes y dar un respiro a los familiares.
Más recursos humanos
«Nos gustaría poder venir más días, pero necesitamos más recursos humanos. Empezamos con 30 voluntarios a finales de 2018, sin embargo, tuvimos que suspender nuestra labor debido a la pandemia», explica Rosario, señalando que cuando la situación se fue normalizando, la asociación tardó en regresar a Can Misses al ser una actividad de contacto. «Volvieron pocos voluntarios y necesitamos ayuda. Son los únicos recursos que necesitamos porque durante este tiempo nos han hecho importantes donaciones», destaca la presidenta mientras observaba algunos de los donativos recibidos en los últimos meses como el armario, las sillas o el estante de madera para libros. Además, según la presidenta, se han organizado carreras solidarias con el objetivo de entregar el dinero recaudado a la Asociación de Voluntarios Nunca Solos Ibiza.
«Estamos muy orgullosos de lo que hemos luchado desde que se fundó la organización. Primero trabajamos para conseguir este espacio, que antes era una polivalente, después tuvimos que afrontar varios trámites administrativos y más tarde empezamos a buscar voluntarios y patrocinadores», relata esta mujer emocionada al recordar estos ilusionantes inicios que recorrió junto a otros sanitarios de Can Misses que se unieron a esta labor solidaria. Entre ellos, enfermeros, auxiliares de enfermería y celadores.
«Somos pioneros en Balears. Celebramos la presentación de la entidad en el salón de actos del hospital con la presencia de la consellera de Salud. Con este acto, Can Misses se puso una medalla a la solidaridad hospitalaria porque Ibiza tiene algo que Palma no tiene, y es una asociación como Nunca Solos», apunta con orgullo Rosario en esta sala de encuentro. La presidenta estaba acompañada de otros voluntarios de la entidad como Mari Carmen, Nuria, Joan y Mercedes. También estaba con ellos el paciente David tras haber estado jugando con otros usuarios y familiares a diferentes juegos de mesa.
Mari Carmen, que fue una de las impulsoras de Nunca Solos Ibiza, también realiza una labor de voluntariado en la Asociación Española Contra el Cáncer. «Está desde el principio y aquí sigue, al pie del cañón», puntualiza Rosario refiriéndose a Mari Carmen. Esta dulce mujer subraya que «es una pena» que esta sala no pueda habilitarse en cada planta para que todos los pacientes y familiares pudiesen tener un espacio donde reunirse, entretenerse con juegos, leer libros o, simplemente, dialogar.
Crear vínculo
No obstante, reconoce que, al realizar siempre la labor en la planta de Medicina Interna G, es más fácil crear un vínculo con los usuarios porque pasan más tiempo con ellos. «Somos los del chaleco. A muchas personas ingresadas les cambia la cara cuando nos ven entrar en la habitación. Es una sensación maravillosa», relata Mari Carmen mientras explicaba, con un brillo en los ojos, algunas anécdotas vividas con algunos de los pacientes. Entre ellos María, que estuvo varios meses ingresada, Pepa o Silvino.
«A veces la propia familia no sabe de qué hablar con ellos porque ya se lo han dicho todo. Nosotros estamos aquí, especialmente, para escuchar todas sus historias», señala esta mujer algo emocionada.
Enseguida recuerda cómo la hija de una persona mayor, que estuvo ingresada en esta planta, le dio un sincero abrazo por conseguir que su padre se abriera y conversara con ella cada día mientras permanecía en el hospital. «La principal cualidad que tiene que tener un voluntario es la capacidad de escuchar», apunta Nuria haciendo hincapié en que muchos de ellos están «aburridos» en sus habitaciones.
«Quieren pasear, quieren que los escuches, desean sentirse acompañados…», explica esta risueña mujer, cuya presencia en las habitaciones es una mezcla de fuerza y ternura. Así lo vivió este medio cuando observó cómo realizaba el acompañamiento hospitalario. Por un lado, su fuerza lograba captar la atención de los pacientes ingresados y, por otro, su ternura conseguía conmover a los usuarios regalándoles bienestar con muestras de cariño. «Ser voluntario es vocacional porque sale del corazón. Nos gusta estar aquí con ellos y, por eso, el tiempo se nos pasa muy rápido», puntualiza Joan junto al resto de voluntarios que, con su gran labor solidaria, facilitan y mejoran la estancia diaria de las personas hospitalizadas en Can Misses.
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