Dani Serra, ayer en Formentera junto con su medalla del Marathon des Sables. | Guillermo Romaní

Dani Serra, formenterés de Badalona, llegaba el lunes a última hora de la tarde a la Savina tras haber completado el Maratón des Sables en el desierto del Sahara en su primer intento. En el puerto le esperaban una treintena de personas que querían darle la bienvenida, una sorpresa no menor a la que había tenido Serra en el aeropuerto de Eivissa cuando se encontró con su mujer y algunos amigos que le esperaban.

-Después de seis o siete días corriendo por el desierto, ¿la etapa más dura ha sido el trayecto marítimo entre Eivissa y Formentera para ver a tus hijas?
-Sí, definitivamente sí, y eso que tuve la sorpresa de que mi mujer vino a buscarme al aeropuerto, pero indiscutiblemente la media hora de la barca fue la más dura por las ganas que tenía de ver a las niñas.
-¿Cómo se plantea un reto así una persona que en teoría debería tener un poco de responsabilidad y cabeza? ¿A quién se le ocurre ir a correr 250km entre piedras y arenas y a más de 50 grados de temperatura?
-Engañándola día a día, hasta que al final claudica. Y al final vas y corres. No sabes lo que pasará, pero vas, te has convencido a ti mismo, a tu familia, a tus sponsors sin los que no podrías afrontar el reto y te lanzas. Cuando estás ahí ya es otra historia. Sólo piensas en el día a día, en los kilómetros de la etapa y en nada más. Ni en lo que has hecho ni en lo que queda por delante, simplemente acabar la etapa, descansar, reponer fuerzas y volver a empezar. El roadbook de las etapas no lo conoces hasta que llegas al lugar de concentración y salida de la primera etapa y hay que vivirlo todo paso a paso. Las etapas fueron de 29,5km, 35km, 40km, 82,5km 42,2km y de 21km y no se puede hacer otra cosa que llevarlas día a día, no se puede pensar en nada más.
-Y algunos caen...
-Es una carrera maravillosa pero al mismo tiempo muy injusta, una mala hidratación, una descomposición intestinal o no comer de forma adecuada te deja, aunque sea un día, fuera de la competición.
-La obsesión está en los pies
-Claro, los pies son los que te llevan, es lo más duro y la prueba es que a Eusebio Noguera, el participante ibicenco, el primer día le salieron dos ampollas y a partir de ahí fue muy mermado, que es lo que me pasó a mí después de la superetapa de 82,5km; tenía mucho dolor pero había que seguir, morderse los dientes y tirar para adelante. De todas maneras esta etapa fue la mejor para mí. Tardé 17 horas, sin parar, en hacerla pero incluso por la noche y en medio del desierto hubo muchos ratos en los que corrí sin encender la luz que llevamos en la cabeza. Quería imbuirme de ese ambiente especial de correr por el desierto por la noche, que es lo que me hacía muchísima ilusión. Al día siguiente tenía los pies tan castigados, infectados y del tamaño de pelotas de futbito que tuve que vendármelos y como no me cabían en las zapatillas tuve que quitar las plantillas, calzármelas y hacer una maratón de 42,2km.
-Y los problemas con los pantalones ¿qué pasó?
-En una de las etapas bajamos hasta lo que ellos llaman una sartén, en realidad un río seco, en el que la temperatura alcanzó hasta los 56 grados centígrados y a esa temperatura te roza todo, todo, y en pocos minutos de estar en ese horno, la parte de las ingles y un poco más en el centro comenzó a dolerme por lo que tuve que parar, quitarme el pantalón, mostrarle mis partes más íntimas al desierto y, con unas tijeras, cortar la malla interior, lo que sería el calzoncillo y luego seguir corriendo.
-Creo que Dani Serra ha conocido otro tipo de compañerismo que no es habitual ni en las pruebas de ultrafondo
-Es cierto, en el Maratón des Sables las cosas tienen otra dimensión, lo que llegas a compartir durante esos días con un grupo de personas a las que ni siquiera conoces es difícil de imaginar y de explicar. El día que llegué tocado después de la etapa larga, hubo mucho corredores españoles a quienes ni había visto que pasaban por la jaima para darme ánimo o para decirme si podían ayudarme en algo. Se crea un vínculo especial entre los corredores, en especial por países, y hay detalles que sólo se entienden en la dureza de un Maratón des Sables. Es un sentimiento, una unión que se crea que me gustaría llevarlo a mi vida cotidiana desde ahora.
-Pero pese a todo, a esas comidas liofilizadas y cosas raras, tenías un cocinero de cabecera que te orientó. ¿Es un bulo o una verdad?
Tengo la suerte de que Marc Martín, cocinero de la escoleta de Sant Francesc, que hizo un seguimiento de la carrera y me dio ánimos en todo momento a través de 'facebook', me obligó a llevarme un buen paquete de jamón. Me salvaron la vida y el estómago.
-¿Y ahora qué?
-Volver a les Sables dentro de tres o cuatro años, pero si cuento con sponsors. Antes quiero afrontar otros retos como dos carreras en el desierto de Libia o Argelia y la Transahariana, que son carreras de la misma distancia, alrededor de 250km, pero en este caso no por etapas, sino en la modalidad non-stop y con un tiempo límite de 100 horas, aproximadamente. Y eso sin descartar la gran carrera en alto, las 100 millas del Himalaya, pero eso hay que pensarlo. Hay que prepararlo y, muy importante, hablarlo con la familia y contar con sponsors.
-¿Qué balance final hace?
-Encantando de haberlo probado, mi meta inicial era el día a día y por encima de todo terminar, no caer fuera de tiempo en ninguna etapa. Llegué a ir el 350, pero los problemas finales en los pies me colocaron en el 381, y estoy encantado de haber participado y haber terminado.