Javi Moreno atendió a este rotativo el pasado sábado muy cerca de su vivienda en la isla, situada en Platja d’en Bossa.

Javi Moreno (Silla, Valencia, 10-09-1974) fue el fichaje más mediático de la historia de la SD Ibiza, equipo en el que militó en la última temporada de Sa Deportiva en Segunda División B después de haber militado en clubes como el Milan, el Alavés –fue subcampeón de la UEFA–, el Zaragoza –se proclamó campéon de la Supercopa de España–, el Atlético de Madrid, el Bolton, el Numancia y el Córdoba, entre otros. ‘El Búfalo’, que adora la isla –tiene casa–, repasó en exclusiva para PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA su etapa deportiva y no se mordió la lengua a la hora de hablar de la caótica campaña del cuadro eivissenc en la categoría de bronce, una división que perdió, según él, por «problemas» internos, «envidias y mal ambiente en el vestuario», todo lo contrario que en un Alavés donde todos iban a una.

¿Qué le trae por la isla?
—Pues vine de vacaciones, como siempre. Llevo muchos años viniendo de vacaciones porque esto es como mi segunda casa. Tengo muy buenos amigos y siempre que puedo me escapo por aquí.

Ya antes de firmar por el Ibiza, en el año 2008, dijo que llevaba siete u ocho años veraneando aquí. Le gusta la isla, ¿no?
—Sí. Antes de firmar por el Ibiza hacía años que ya estaba por aquí, pero en Portinatx. Ahora tengo casa en Platja d’en Bossa y vengo siempre que puedo. Siempre que hay algún día suelto, por ejemplo en Pascua o Navidad, intento venir.

No hace mucho que se retiró como futbolista. ¿Cómo lleva eso de estar fuera de los terrenos de juego?
—Yo, cuando dejé de jugar, me tiré dos años que no quise saber nada de fútbol. Luego, volví, tras sacarme el curso de entrenador. He estado ejerciendo en un equipo de Valencia –el Utiel– y ahora estoy a la expectativa. A ver si me vuelve a salir una oportunidad.

Ese equipo de Valencia en el que entrenó es el Utiel, que guarda cierta relación con su familia.
—Mi padre y mi abuelo son de ese pueblo, pero mi padre nunca ha pertenecido al Utiel. Mi abuelo, sí. Era el taquillero de la puerta en su juventud.

¿Qué tal le fue esa primera aventura como entrenador?
—Pues la primera temporada, que en realidad fue media porque llegué en enero, la verdad es que me fue muy bien, porque cogí al equipo prácticamente descendido y, al final, nos salvamos. La segunda no fue muy bien porque me cesaron a los 13 o 14 partidos. He conocido la parte buena y la mala de esta profesión. Está claro que no tiene nada que ver ser jugador con ser entrenador.

Usted tiene amigos en Eivissa, tiene casa en Eivissa y, lógicamente, está al tanto de lo que sucede aquí. Supongo que le habrán dicho ya que la UD Ibiza ha resurgido de sus cenizas.
—Algo he oído, pero desconozco el tema. Lo poco que he oído es que se ha metido Amadeo Salvo, pero sé qué intenciones tiene. No sé si el objetivo es subir arriba o qué. Lo desconozco y, por tanto, no puedo opinar de eso.

¿Conoce personalmente a Amadeo Salvo?
—No. Si se mete en esta aventura, ojalá lleve al Ibiza lo más arriba posible, porque para la isla sería bueno.

¿Con usted mantiene deudas el Ibiza?
—No. Cuando acabé aquí, lo que tenía de contrato lo perdoné. Cobré sólo por el tiempo que estuve. Si estuve cuatro meses, pues cobré esos cuatro meses. Luego, lo demás no quise denunciarlo ni nada. El Ibiza no tiene ninguna deuda conmigo de ningún tipo.

Ya que hablamos del Ibiza, ¿cómo recuerda esa etapa?
—En cuanto a la ciudad, muy bien. En cuanto al club, la gente que había trabajando también se portó muy bien. Sin embargo, en cuanto a compañerismo, no ha sido uno de los mejores vestuarios en los que he estado.

¿Había muchos problemas internos?
—Sí, había varios problemas y, sobre todo, muchas envidias. Eso, a lo mejor, creó el mal ambiente que había dentro del vestuario.

Cuando usted llegó, dijo que lo hacía para quedar entre los cuatro primeros. Sin embargo, se encontró con un panorama muy diferente. ¿Le vendieron la moto?
—No me vendieron la moto. Me dijeron una serie de cosas y a mí me parecía perfecto. Yo venía con mucha ilusión, pero cuando en un equipo de 23 o 25 futbolistas cada uno tira para un lado es difícil que las cosas salgan. Y eso es lo que me encontré en este equipo. Había grupos y no había buen ambiente. Había malos rollos y, entonces, el equipo al final iba como iba.

En diciembre acabó anunciado su retirada por falta de minutos, pero mes y medio después volvió al equipo. ¿Qué sucedió realmente?
—Yo dejé de jugar, pero no me dieron de baja en la liga. Seguía perteneciendo al Ibiza, pero no ejercía, no jugaba y, obviamente, no cobraba. Cuando vino Alfredo Santaelena como entrenador, me dijo si quería volver a jugar. Le contesté que sí, porque estaba él y le conocía, pero con la mala suerte de que, como llevaba tiempo sin jugar, pues me lesioné y prácticamente no pude jugar con él.

El equipo acabó perdiendo la categoría y el club desapareció. ¿Se puede decir que vivió aquí la peor temporada de su carrera?
—Deportivamente hablando, fue mi peor año, como dije, en cuanto a vestuario. En cuanto a la ciudad, todo fue perfecto, y la gente del club como Marci [Rojo], Pedro [Ortega ], Pepe Verdera, otros directivos y casi toda la gente que había dentro de la entidad eran excepcionales y bellísimas personas. Pero, como ya he comentado, el vestuario, como compañeros, dejaba mucho que desear.

Lo sucedido en el Ibiza no deja de ser una mínima mancha en un currículum que muchos querrían. Alavés, Zaragoza, Milan, Atlético de Madrid... Usted ha pasado por grandes equipos y ha estado en la cima del fútbol mundial. Cuando se para a repasar su carrera, ¿qué le viene a la mente?
—Yo estoy orgulloso de lo que he hecho en el fútbol. Sí que es verdad que a lo mejor podía haber alargado mi carrera un poquito más, pero, bueno, cada uno tiene sus objetivos y yo, desde pequeñito, los que tenía era jugar en uno de los mejores equipos del mundo, ser internacional y ganar títulos. Todo eso, gracias a Dios, lo he conseguido. Me siento orgulloso de mí.

Si tuviera que quedarse con un momento en toda su carrera, ¿cuál sería?
—Es complicado. Tengo dos. Es que no quiero decir uno solo. Tengo que decir dos. Bueno, no , voy a decir tres [risas]. Uno fue jugar la final de la UEFA con el Alavés, que fue algo excepcional. Luego, cuando me llamaron para ir con la selección absoluta. El tercero, cuando ascendí con el Córdoba a Segunda División. Son momentos que, en cuanto a alegría, no se me olvidarán. Es una satisfacción personal.

De todos los goles que ha marcado, ¿de cuál presume y cuál fue el más importante?
—Me acuerdo que, con el Numancia, le metí un gol al Vasas Budapest en el partido de presentación desde más atrás del centro del campo. Es el gol que a lo mejor no se ha visto, televisivamente hablando, pero del que yo siempre hablo. Metí un golazo. Luego, en cuanto a goles importantes, hay muchos que te vienen a la memoria, como los que hice con el Alavés en la final de la UEFA o con el Numancia el año que ascendimos.

Precisamente en esa final anotaste dos golazos: el 3-2, de cabeza, y el 3-3, de falta directa. Fue una final de infarto que se llevó el Liverpool por 5-4. ¿Sigue dándole vueltas a ese partido?
—Yo no he visto aún el partido entero. Todavía no me he atrevido a verlo, pero sí vi imágenes y los goles. La verdad es que, cada vez que ves eso, se te pone la piel de gallina. Un equipo como el nuestro, que era muy humilde, llegó hasta donde llegó por lo que ya he dicho, por eso que no tenía el Ibiza: un vestuario. Éramos un grupo de 23 o 24 futbolistas y todos éramos amigos. Si había que ir a cenar, íbamos todos. Si había que ir a tomar una copa, íbamos todos. Eso, dentro de un vestuario, hace mucho. Y eso es lo que sí tuve en el Alavés y en otros vestuarios, pero aquí, en el Ibiza, no.

El temporadón que firmó en el Alavés hizo que el Milan pagara 1.500 millones de las antiguas pesetas, una gran cantidad en aquellas fechas, por usted. ¿Cómo fue su etapa en Italia?
—Yo siempre le he estado muy agradecido al Milan por haberme querido y haberme firmado. El año que estuve allí, para mí, fue espectacular. El Milan es una familia. Cualquier cosa que necesites te la dan. No es un club de 10, sino de 100.

Allí coincidió con un Balón de Oro: Andriy Shevchenko. ¿Se entendía bien con él?
—Jugué muchos partidos con él. Nos entendíamos bastante bien. Lo que pasa es que, al haber tantos delanteros en el Milan, todo era difícil.

¿Fue complicado adaptarse al fútbol italiano y al vestuario rossonero?
—Al vestuario me adapté en seguida y a la forma de vivir, también. Sí es verdad que, tácticamente, el fútbol en Italia es totalmente diferente al español. Es mucho más defensivo, hay muchos menos espacios y es mucho más complicado. El juego es de mucho contacto y choque. Era bonito.


¿Aprendió usted italiano o aprendieron ellos español con usted?
—Aprendí italiano. Me defiendo. No es que lo hable perfectamente, porque no puedo, pero, si me pongo a hablar con un italiano, nos entendemos.

Lo curioso de su carrera es que el club en el que más años ha estado, con un total de cuatro, y en el que más goles ha marcado no ha sido ni el Alavés, ni el Atlético de Madrid ni el Milan, sino el Córdoba.
—Cierto. Yo siempre he dicho que , para mí, Córdoba es mi casa, mi familia. No conozco a la directiva actual. Su afición, su gente, los amigos que tengo allí y lo que representa Córdoba supone que sea para mí uno de los clubes el club más importantes en los que he estado, si no el que más, sólo por el hecho de cómo me han tratado. Conmigo han sido realmente buenas personas y siempre les estaré agradecidos.

¿Vio el año pasado el famoso partido del ascenso en Las Palmas con invasión de campo incluida antes de acabar el choque?
—Sí. Acabé encima del sofá pegando botes. Estaba viéndolo con mi hermano y, cuando el árbitro paró el partido, le dije: «Ahora va a meter el Córdoba y asciende». Me decía: «Tú estás loco, que queda poco». Y yo: «Hermano, hazme caso, que va a ganar el Córdoba». Y cuando acabó, me dijo «Estás loco, ¿cómo lo sabías?». Y yo: «Sabía que al final iba a ganar y ascender a Primera sólo por el hecho de suspender el partido».

Si volviera a empezar de cero su carrera de fútbol, ¿qué decisión cambiaría?
—Pues me habría cuidado un poco más a nivel de alimentación. Yo era una persona que se cuidaba. Siempre, más o menos, he estado bien. Lo que pasa es que era una persona a la que le gustaba comer. Muchas veces estuve peleado con el peso. Eso, a nivel profesional, tienes que llevarlo a rajatabla. Para estar al máximo nivel tienes que estar en tu peso, como el cien por cien de los futbolistas que hay hoy en día en Primera División, que son atletas.

¿Quién es el mejor jugador con el que usted ha compartido equipo?
—Como defensa, Paolo Maldini. Como delantero, Villa es el mejor con el que he jugado y me entendía muy bien con él. Era muy bueno en todo, muy listo y muy pillo. Jugué con él en el Zaragoza y es un futbolista excepcional.

Una pregunta que está de moda y de la que no va a escapar: ¿Messi o Cristiano?
—Messi, sin ninguna duda. No puedo dejar de engrandecer a Cristiano Ronaldo, porque es un futbolista excepcional y no va a haber otro como él a nivel físico y de golpeo. Es supercompleto. Sin embargo, Messi es la esencia, lo que, de pequeñitos, todos hemos soñado con llegar a ser. Es la esencia. Cuando dices Messi, estás hablando de lo más grande que puede haber en el fútbol.

¿Más que los míticos Pelé y Maradona?
—Sin ninguna duda. Lo que le he visto hacer a Messi no se lo he visto a hacer a Pelé ni a Maradona, que eran muy buenos futbolistas, pero en otras épocas. La gente, antiguamente, no estaba tan preparada físicamente como hoy en día. Ahora, eso que hace de irse de los jugadores con tanta facilidad es porque procede de otro planeta. Él es la esencia. No hay otra palabra. Es la esencia del fútbol.

¿Le ha conocido personalmente o no ha tenido oportunidad?
—Sí, claro. Tengo fotos con él y se lo he presentado a mi padre en un partido del Barcelona. La verdad es que es un buen chaval.