Una aficionada se fotografía con Sanz, ayer en el aeropuerto de Eivissa.

Formentera se volvó anoche con su nuevo héroe: Mateo Sanz. El windsurfista fue recibido como Dios manda en la pitiusa menor después de conseguir la clasificación para los Juegos Olímpicos de Río’16 en el Campeonato del Mundo de la clase RS:X, celebrado en Omán y donde acabó sexto. Medio centenar de personas, entre amigos y familiares, esperó en el puerto de La Savina al deportista pitiuso a pesar de la lluviosa noche para mostrarle su apoyo y cariño tras el éxito cosechado.

Anteriormente, Mateo Sanz, acompañado de los también windsurfistas Sergi Escandell y Joan Carles Cardona, así como por el entrenador, Asier Fernández, había aterrizado en el aeropuerto de Eivissa procedente de Barcelona. Allí le esperaron diversos medios de comunicación para recoger sus primeras impresiones en suelo pitiuso. Incluso en el mismo aeropuerto tuvo tiempo de saborear el precio de la fama al fotografiarse con una joven turista extranjera que reclamaba inmortalizarse junto a él.

En es Codolar, el primer representante formenterense en una cita olímpica se mostró «contento» y, sobre todo, «tranquilo por poder preparar los Juegos». «Ha sido un campeonato muy duro, con mucho calor y bastante viento», señaló sobre la cita mundialista, de la que se fue con «un sabor agridulce». «Quería hacer podio. El objetivo era clasificar al país para los Juegos, pero, una vez que estás ahí, quieres más», explicó.

Sanz comentó que recibió «un correo electrónico del presidente de la Federación Suiza y otro del director técnico», felicitándole por su actuación y confirmándole su presencia en Río y que espera que este éxito «sirva para impulsar este deporte en nuestra isla y a nivel nacional». Sobre el hecho de ser el primer formenterense en unos Juegos, comentó que no le supone «ninguna presión». «Iré a disfrutar de la oportunidad y a hacerlo lo mejor posible», sentenció.
Acto seguido, el héroe de Formentera y el resto de la expedición tomaron un taxi rumbo al puerto de Eivissa, desde donde tomaron un barco a las 20.30 horas con dirección a la pitiusa menor. Allí comenzó la fiesta, una celebración inolvidable con baño de champán incluido, así como coronas de laurel para estos cracks del windsurf. Se lo merecían.