Cada cuatro años, el mundo del deporte queda eclipsado por una cita que concentra las esperanzas, los sueños y las metas de infinidad de deportistas y, con ellos, los aficionados de centenares de países que les dan el aliento necesario para alcanzarlas. El premio en forma de medalla o diploma no siempre llega para todo el que la merece. En nuestro caso, en el balear y el español, en esta ocasión no nos podemos quejar, ni mucho menos, pues hemos vivido un buen puñado de momentos imborrables, muchos de ellos bañados en alguno de los preciados metales o con algún diploma que debemos valorar con orgullo.

Cuando ustedes lean estas líneas, la llama de los Juegos Olímpicos ya se habrá apagado, pero aún permanecen grabadas en nuestras retinas los últimos logros de los nuestros. Desde el oro de Ruth Beitia, a la plata del equipo femenino de gimnasia rítmica, pasando por los bronces de Carlos Coloma en btt y el equipo español de baloncesto, que tantos buenos momentos nos ha deparado en los últimos años.

Por otro lado, estos Juegos Olímpicos sirven para despedir auténticos mitos y leyendas como Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, o Usain Bolt, el relámpago jamaicano que se ha mostrado imbatible en las tres últimas citas olímpicas, cosechando un triple-triple (tres oros en los 100, 200 y 4x100 en tres citas olímpicas) que será eterno. Ahora, tras la clausura, empieza otro emocionante ciclo de cuatro años.