Un momento del partido entre la UD Ibiza y el FC Barcelona. | Marcelo Sastre

Hay partidos en los que el marcador, que no el resultado, es lo de menos. El de ayer es un claro ejemplo. Sí, porque la UD Ibiza no perdió y el que diga lo contrario no se entera de la película. Al término de los 90 minutos, el tanteador reflejó un 1-2 para el todopoderoso Barça, pero el equipo de Pablo Alfaro ganó. Ganaron los celestes y ganó la isla entera. Si el difunto Sabio de Hortaleza, don Luis Aragonés, levantara la cabeza y le preguntaran qué hizo el cuadro ibicenco ayer, seguro que contestaría eso de: «Ganar, ganar y ganar».

Que casi 6.500 personas abarronten el estadio de Can Misses es una victoria. Que se colgara el cartel de ‘no hay billetes’ es una victoria. Que, por desgracia, se tuviera que quedar gente sin entrada en la misma taquilla es una victoria, porque eso es sinónimo de interés. Que el pabellón de es Pratet reuniera un millar de individuos para presenciar este encuentro es una victoria. Que la gente se haya reenganchado al fútbol tras diversas experiencias para olvidar es una victoria. Que Ibiza estuviera ayer en el foco de multitud de canales de televisión internacionales y en boca de todas es una victoria. Pero, sobre todo, conseguir que la isla se dé a conocer por algo más que la fiesta, que es lo que desafortunadamente se suele vender más allá de las Pitiusas, no es una victoria, sino una goleada en toda regla.

Centro de atención

Desde primera hora se vivía un ambiente de fiesta en la isla. Y no hacía falta electrónica de fondo. Era vox populi que el Barça tenía fijada las 11.25 como hora de aterrizaje y alrededor de 70 personas se acercaron a recibir a los jugadores en es Codolar. Eran pocos para tratarse del equipo azulgrana. Eso es cierto. Sin embargo, la película cambió poco después en las inmediaciones del hotel Los Molinos. Allí, unos 300 aficionados enloquecieron con la llegada de los barcelonistas.

Noticias relacionadas

Poco a poco, las cifras iban aumentando porque el interés iba también in crescendo. Por la tarde llegó la hora de la verdad. Desde las 17.00 horas ya había una serpiente multicolor en las inmediaciones del estadio. Ahí ya eran cientos y cientos de personas, un puñado de miles, los que aguardaron la llegada de ambas escuadras. Los aficionados se lo pasaron en grande. Era un ambiente que sólo el fútbol puede ofrecer. Colorido, hambre de deporte rey, cánticos continuos e ilusión eran algunos de los ingredientes de un menú que se presentaba más que jugoso.

Tras los aperitivos, llegó el plato principal y no defraudó lo más mínimo. Un Barcelona con prácticamente todo lo que tiene disponible vio cómo la UD Ibiza le pintaba la cara desde el principio hasta el punto de adelantarse con un gol de Caballé
–él casi que no quería, pero desvió a la red el disparo de Javi Pérez y todos contentos– a los nueve minutos.

El conjunto de Pablo Alfaro se creció. Se hizo grande. No dejó un hueco en la retaguardia. Sirva como ejemplo que el cuadro azulgrana no probó a disparar hasta el minuto 62, con un tiro fuera de Fati. Nublar al cuadro culé no lo logra cualquiera.

El problema es que el Barça es mucho Barça. Dos definiciones de un hombre que ha sido campeón del mundo con la selección francesa como Antoine Griezmann, efectivo al cien por cien, dieron la vuelta a la tortilla. Lo peor es que el segundo, encima, llegó en el cuarto de los seis minutos de descuento, cuando todos se preparaban ya para una prórroga.

Fue un final cruel para una UD Ibiza que supo usar sus armas para jugar de película y salir de Can Misses con una victoria moral. El 1-2 nunca podrá empañar lo hecho por esta escuadra en el día de ayer, capaz de generar el ambiente más festivo posible en Ibiza a través del deporte. Y eso, sin duda, es una gran victoria.