Marc Cardona, tratado por la fisioterapeuta Ana López. | Tomás Sánchez Venzalá

La gran promesa del bádminton ibicenco Marc Cardona abandona la alta competición a los 19 años. El del Pitiús deja el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Después de cinco años en La Blume, la rodilla ha truncado la progresión de este joven volantista que se estaba abriendo un hueco entre los mejores de Europa.

Todo empezó hace un año. Al volver a la competición tras la pandemia, Cardona cayó lesionado de la rodilla. Las primeras exploraciones confirmaron que el menisco estaba afectado. En ese momento, los médicos apostaron por un tratamiento conservador y no pasar por quirófano.

El ibicenco no terminaba de recuperarse y en enero se decidió que había que operar. La lesión era peor de lo esperado, ya que el cartílago también estaba afectado y eso podía afectar también al futuro, acarrear complicaciones más allá del deporte.

Tras pasar por el quirófano, Cardona comenzó su recuperación. Se fue probando y volvió a la competición. Pronto se dio cuenta que algo no iba bien. «No podía seguir el ritmo de competición. No tenía dolor, pero entrenaba dos o tres días y la rodilla se me hinchaba. Decido parar porque la rodilla no termina de responder y no tengo la capacidad de antes. No soy yo, no puedo competir al nivel internacional», lamentó este sábado.

En cuanto al futuro, tiene claro que quiere seguir ligado al mundo del bádminton como entrenador y seguir jugando, pero no al ritmo de la alta competición. «He hablado con el club y ya saben que quiero seguir entrenando, intentar jugar la liga y seguir formándome como entrenador para poder ayudar a otros niños a que vivan lo que yo he vivido», confiesa.

Aunque su carrera deportiva se acaba mucho más pronto de los que debería, cuando echa la vista atrás, Cardona se queda con una gran experiencia vivida con su deporte: «Me quedo con mis compañeros. He vivido toda la experiencia con ellos, me han hecho ser la persona que soy hoy, porque llegué siendo un niño con 14 años».

Además, reconoce que esa familia que encontró en Madrid fue su apoyo cuando las cosas no eran fáciles: «Han habido muchos momentos que nos hemos sentido solos y siempre hemos estado para apoyarnos. Hemos crecido mucho como jugadores y como personas gracias de unos a los otros». «Es una experiencia increíble y privilegiada, poder estar en un centro de 10, en Madrid, viviendo y compitiendo a gastos pagados. Es un sueño para cualquier deportista. He viajado por todo el mundo, he competido con los mejores y he conocido a muchísima gente que ha marcado mi carrera», concluyó.