Catar es tan rico como pobre es el fútbol que se está viendo en su Mundial. Más allá de la emoción propia de un campeonato de estas características, el espectáculo sobre el césped está siendo muy pobre. Oropeles, que parecen y no son. Fuegos de artificio, esferificaciones de nada con sabor a coliflor. Veamos.

Brasil a lo suyo: ofrecen más de lo que dan y meten más miedo que goles. Pasan ronda cayendo ante Camerún, en uno de esos partidos que habría que esconder a los niños para evitar los malos ejemplos.

Portugal, con el alicaído Ronaldo como mascarón de proa castigado por cientos de olajes, también avanza en el tablero con esa pinta de que si él y Pepe tuvieran diez años menos los lusos ilusionarían optando a campeonar. También se clasificaron para la ronda de octavos perdiendo y dando una imagen borrosa ante los coreanos del sur.

Hubo un tiempo en que Holanda era la esperanza. Hoy los Países Bajos son la cruda realidad: los lidera Van Gaal en el banquillo y (supongo que) Frenkie de Jong en el campo. Menos excitante que una película de Isabel Coixet. Su futuro tampoco entusiasma: volverá Koeman y Frenkie de Jong seguirá siendo una eterna promesa. Están ya en cuartos de final porque Estados Unidos cometió el error de presentarse en Catar con el equipo masculino en lugar de hacerlo con sus mejores futbolistas, que son mujeres (sin entrar en detalles de género y sexo, por si acaso).

Los americanos cayeron octavos, pero ganaron a los iraníes, únicos valientes en este Mundial farsante. Se atrevieron a no cantar el himno en el primer partido, aunque tras las amenazas que recibieron hubieran recitado las 114 suras del Corán tras las amenazas recibidas posteriormente.

Argentina, tras el gatillazo inicial, recuperó el aliento y también pasó de pantalla. Llegó a octavos sufriendo y los pasó en iguales circunstancias ante la cuadrilla australiana. Lo mejor de los albicelestes es sin duda la fe de su hinchada, la más fiel del planeta. Hay más argentinos que chinos, a tenor de la cantidad ingente de seguidores que acarrea en cualquier competición, ya sea fútbol o petanca. Si los futbolistas estuvieran a la altura de sus aficionados, Argentina sería campeón sin lugar a dudas. Messi, (caminante no hay camino, se hace camino al andar) es su (única) referencia, pero por ahora les basta.

España, que ha ganado solo tres partidos en los últimos tres mundiales, se desnudó ante Japón y los que vieron los nipones (y el resto del mundo) fue poco menos que nada. El consuelo de quedar segundos de grupo y evitar a Brasil tiene un pequeño inconveniente previo: hay que eliminar a Marruecos y eso, amigos míos, será una colonoscopia sin anestesia.

Alemania esperaba que les echáramos una mano, pero con amigos como los del exmadridista Luis Enrique no hacen falta enemigos. Los teutones, por segundo mundial consecutivo, son incapaces de pasar la fase de grupos. La decadencia no entiende de fronteras.

Francia e Inglaterra presentan formalmente su candidatura. Tienen casi de todo, aunque los gabachos cuentan con el comodín de Mbappé y eso es mucha ventaja. Seguiremos informando, aunque tal vez las noticias no sean buenas.