Ni Lionel Messi ni Arjen Robben. Los penaltis que detuvo Sergio Romero, guardameta del Mónaco, lo elevaron a la altura de un nuevo mito argentino, casi parecido a lo que fue el gran león que hoy dejó el alma en el mediocampo de la selección albiceleste, Javier Mascherano.

Tres años tenía Romero cuando Sergio Goycochea le detuvo en semifinales los penaltis a los 'azzurri' Aldo Serena y a Roberto Donadoni y clasificó a Argentina a la final contra Alemania, en Italia 90.

Cuando Lionel Messi no tenía piernas, Mascherano le quitó el gol dos veces lanzándose al piso frente a Robben. En un partido donde los entrenadores Louis Vaan Gaal y Alejandro Sabella apostaron al error ajeno, en el gran partido de ajedrez del Mundial.

Un Mundial donde Argentina comenzó con errores en la defensa y esta vez, con el barcelonista Mascherano, jugando de líbero en el medio y en la defensa, le evitó el zarpazo que Van Gaal tenía preparado para los cansados sudamericanos.

Si Argentina equiparó en cinismo a la Holanda de Van Gaal, fue por obra de Mascherano, que brilló en la que fue su casa, la ciudad de Sao Paulo, donde despegó internacionalmente en 2005, con el campeonato brasileño.

Si Romero tuvo las manos, Mascherano aportó las piernas. Y algo que le agradece la hinchada argentina resistida por los eliminados brasileños: el corazón de león.