El delantero del Real Madrid Chicharito celebra tras marcar ante el Atlético de Madrid, durante el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones. | Kiko Huesca

Javier «Chicharito» Hernández, héroe del madridismo ante el Atlético de Madrid, inédito durante casi toda la temporada, capaz de llorar de rabia cuando no tenía minutos suficientes pese a ser un trabajador incansable, por fin sonrie tras marcar un gol que vale oro como otros similares que encumbraron al Real Madrid en Europa.

La explosión de rabia de Chicharito en el minuto 86 tras batir al «pulpo» Jan Oblak, un portero que lo paró casi todo durante 180 minutos, fue significativa. Ancelotti solo con él para los minutos finales de partidos intrascendentes o bien de forma obligada por alguna lesión en algún duelo aislado como el del Málaga en Liga de la pasada jornada.

Por eso, el grito de Chicharito tras perforar la red de la portería rojiblanca fue sintomático. Toda la presión que soportó el mexicano explotó en la grada del Bernabéu, que acabó coreando el nombre de un jugador olvidado y obligado a ver la mayoría de los encuentros desde el banquillo.

Pero su tanto, valiosísimo para salvar una temporada que sin su acierto podría haber peligrado, recuerda a otros goles históricos del Real Madrid que sirvieron para ganar ligas de campeones. Y, en muchos casos, también los marcaron futbolistas cuestionados o suplentes habituales.

Esa historia es la de Nicolas Anelka. El caso del francés por el Real Madrid es recordado por muy pocas cosas. Con un carácter extraño, nunca se adaptó a la plantilla blanca. No cuajó ni con sus compañeros, ni con Vicente del Bosque y llegó a ser suspendido durante 45 días por negarse a entrenar.

El Real Madrid pagó por él 35 millones de euros, un precio muy elevado para la época. Era el verano de 1999 y el club blanco había ganado el año anterior la deseada séptima Copa de Europa. Anelka, de la mano de Lorenzo Sanz, iba a ser un jugador fundamental en aquel curso 1999/2000.

Sin embargo, apenas hizo nada. Bueno, sí. Tuvo dos momentos inspiradores que condujeron al Real Madrid hacia su octava Copa de Europa. En semifinales, en la ida disputada en el Bernabéu, marcó uno de los dos goles que el equipo de Del Bosque endosó al Bayern de Múnich.

Después, en la vuelta, cuando los alemanes ganaban 2-0, se elevó en el área para cabecear con el cogote una pelota imposible y clasificar a su equipo para la final. Ese tanto, inesperado, prácticamente valió una Copa de Europa.

Pero no fue el único en lograr una acción tan valiosa en el club. Dos años después, un futbolista camerunés de nombre Geremi Njitap, abrió el camino al Real Madrid hacia la novena Copa de Europa que luce en sus vitrinas.

De nuevo, el rival fue el Bayern de Múnich. El cruce, en esta ocasión, fue en octavos de final. Geremi, que solo marcó dos goles con el Real Madrid (el otro también decisivo en un Mundial de Clubes), logró uno en Alemania que dejó al cuadro merengue con opciones para la vuelta.

El Bayern ganó 2-1, pero el tanto del camerunés fue indispensable. En el Bernabéu, los blancos ganaron 2-0 y pasaron a cuartos. Después, vencerían en la final al Leverkusen. Pero ese instante en el que Geremi avanzó por la banda derecha del estadio del Bayern, se detuvo, dudó, se armó de valor, y soltó un latigazo con la izquierda que Oliver Khan no pudo detener, pocos lo han olvidado.

Como tampoco han olvidado la aportación de otro jugador con poco peso en la plantilla del Real Madrid pero con una trascendencia enorme. No es otro que el francés Christian Karembeu, que, con una uña, permitió a su equipo levantar la séptima Copa de Europa.

En el camino hacia un título que no conseguían los blancos desde más de tres décadas, un golpeo de balón poco estético le hizo entrar en la historia blanca. Fue en las semifinales de 1998, en la ida, cuando abrió el marcador en el Bernabéu ante el Dortmund con un punterazo sorprendente que dejó al cuadro alemán fuera de juego.

Luego, en la vuelta, con un 2-0 a favor, el Real Madrid aguantó el 0-0 con un partidazo de Fernando Redondo y disputó una final que ganó al Juventus. Manolo Sanchís se encargó de levantar la ansiada «orejona» que tenía el nombre de Karembeu inscrito con letras de oro.

Años después de todas aquellas historias, Chicharito se apuntó un tanto legendario. Hizo un Karembeu, un Anelka o un Geremi. Eso tiene un significado. «Hacer un Chicharito», a partir de ahora, significará también ser el héroe inesperado que un día marcó un gol inolvidable.