Xisco Campos, en primer plano, abandona el terreno de juego. | Miguel Ángel Borrás

Apenas se aprecia sobre la clasificación, pero la del Mallorca ante el Ebro no fue una derrota más. Se trataba de la tercera caída de la temporada, la segunda consecutiva y la primera a la que asistía Son Moix en más de un año. El modesto conjunto aragonés puso fin a 372 días de embrujo sobre el estadio, que por tercera vez en lo que va de curso también se quedó sin celebrar ningún gol de su equipo.

La última derrota local que se había registrado en el Camí dels Reis databa del 25 de febrero de 2017, cuando el Tenerife de Pep Lluís Martí pasó por encima del Mallorca de Olaizola en una jornada que lo dejó tiritando. Metido en unos puestos de descenso de los que ya no saldría, el cuadro balear se adelantó por medio de Juan Domínguez con un gol que tuvo valor hasta el descanso.

Porque en el segundo tiempo el ciclón canario se inspiró en la velocidad de Amath y en los goles de Aarón Ñíguez para rubricar una dolorosa goleada (1-4). Y aunque en aquel momento lo peor estaba todavía por llegar, el Mallorca trazó ese día una raya en el suelo y hasta ayer no volvió a superarla. En total, 22 partidos de liga (8 en Segunda División y los últimos 14 en Segunda B) y otro de Copa del Rey sin una sola mancha.

Dudas

El partido contra el Ebro alimentó las dudas que se trajo el Mallorca en el equipaje desde Cornellà y fue el quinto del ejercicio en el que los baleares dejaban volar algún punto de su morada. El primero se lo llevó el Hércules (1-1) y los otros tres, de manera consecutiva, fueron para Sabadell (0-0), Deportivo Aragón (2-2) y Peralada (0-0). Sin embargo, ninguno de ellos había ido más allá del empate hasta que apareció el conjunto de La Almozara, que tumbó el marcador de su lado gracias a un gol del italiano Michele Diana. El tanto rompía también anillo de seguridad que protegía la portería de Reina en

Palma, ya que en este segunda vuelta solo el Atlètic Balears, por medio de Guasp y Sergio Sánchez, había celebrado algún tanto en el domicilio rojillo. El próximo domingo el Mallorca volverá a medir su consistencia ante el peor enemigo posible: el Villarreal B. Otra derrota lo apretaría todo, pero un triunfo blindaría el liderato.