Más que un título. Mucho más. Esa es la realidad material en disputa que envuelve la cita de hoy entre Melilla y ViveMenorca (Pabellón Javier Imbroda, 13 h, IB3 y Teledeporte). El tablero de la Adecco Oro se impone una detención para abrir paso a la final de la Copa Príncipe. Todas la piezas pendientes de los dos reyes, de los equipos que más brillaron durante el primer tramo de la temporada. En juego, la gloria y el lustre que acreditan la supremacía en la segunda competición, aquel torneo menor en su día despreciado por la ACB, y que años después, afianzado en el microcosmos LEB, dispone la posibilidad, al que salga vencedor, de afrontar las eliminatorias por el ascenso con el factor pista en su beneficio.
Como acostumbra en cualquier partido caracterizado de similar trascendencia e importancia, no le restan a éste aderezos notables. El regreso de Paco Olmos a la que fue su estancia durante el último trienio es el más recurrido. El ambiente que rodeará al preparador menorquinista en un pabellón al que retorna por vez primera desde su marcha se antoja duro. Un sector de la afición no entendió ni compartió su salida, lo que repercutirá de coartada idónea para convertirle en el receptor de la ira de la grada. Pero no será el único. Junto al valenciano emigraron, también, Caio Torres, Ciorciari y Cuthbert Victor. Igualmente para ellos la atmósfera puede ser complicada. O estimulante a la vez. Todos quieren también la revancha de la derrota encajada el año anterior con Alicante. Se agrega a los citados un quinto elemento que regresa a su pasado, Guzmán. El base militó hasta 2005 en Melilla. Más aditivos ofrece esta final. Como cotejar el estado de ambos conjuntos, tras una pequeña racha de derrotas. Tres en sus últimas cuatro apariciones el anfitrión. Dos consecutivas los de Maó. Uno de los dos cercenará tan inusual lapso, y dormitará en el olimpo de los triunfadores.