La infanta Cristina abandonando la Audiencia de Palma tras la jornada de este martes. | J. GRAPPELLI

Juguetea con su anillo, estrecha la mano a los periodistas, charla con otros acusados y toma apuntes en una hoja suelta. Lejos de la rigidez que mostraba el primer día del juicio de Nóos, parece que la infanta Cristina se ha relajado este martes en el banquillo en el que deberá permanecer al menos tres semanas.

La infanta ha dejado ver en la sala de vistas una actitud menos tensa que el pasado 11 de enero, cuando tuvo que enfrentarse por primera vez a los objetivos de las cámaras como acusada y se pasó cinco horas prácticamente sin mover un músculo, seguramente con la esperanza de no tener que volver a someterse a juicio gracias a la doctrina Botín.

Una vez encajada la decisión de la Audiencia de Palma de mantenerla en el banquillo, su actitud en las cinco horas y media de hoy ha sido muy diferente. La hermana del Rey, que no se ha sometido esta vez a los flashes dentro de la sala, se ha comportado como un acusado más.

Ha bebido agua, se ha atusado el pelo, ha sacado una hoja de su bolso varias veces para anotar (que ha numerado en espera de muchos días de apuntes), ha charlado con el acusado sentado a su lado e incluso ha saludado a un par de periodistas en la entrada de la sala de vistas habilitada en la Escuela Balear de Administración Pública de Palma, que acogerá el juicio hasta el 30 de junio.

Al gesto espontáneo de pasar con destreza su anillo de dedo en dedo ha sumado una sonrisa cuando Salvador Trinxet, en la silla junto a ella, le ha ofrecido dos veces caramelos y los ha rechazado.

A quien no ha mirado dentro de la sala es a su marido, Iñaki Urdangarin, que aparecía en cambio más callado que el 11 de enero y este martes ya no charlaba tan animado con su exsocio, Diego Torres, quien a su izquierda tomaba notas en un ordenador portátil.

El juicio ha comenzado puntual, a las nueve y cuarto de la mañana, con la exculpación de Miguel Tejeiro, el exsecretario del Instituto Nóos. «Puede irse», le ha dicho la presidenta de la sala, Samantha Romero, tras aceptar que Manos Limpias le retirara los cargos.

Tejeiro salía así de la sala sonriente, no sin antes despedirse de su hermano Marco Antonio, que reconoció los hechos pero sigue acusado.

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La silla de la derecha del marido de la infanta se ha quedado vacía a partir de ese momento, dejando un hueco entre Urdangarin, su socio y el resto de los acusados que bien podría presagiar su posible desamparo una vez los encausados que han decidido confesar les señalen como responsables del presunto saqueo de las arcas públicas.

En la segunda sesión de Nóos solo ha dado tiempo a la declaración de un acusado, uno de los que colabora con la justicia, el oro olímpico José Luis Pepote Ballester, quien ha repetido hasta diez veces cómo se «vestían» en Balears los expedientes para contratar a Urdangarin por orden de Jaume Matas.

El expresidente balear, que ha tomado notas toda la sesión, se ha mostrado sin embargo muy relajado e incluso, puede que ajeno a lo que iba a salir por la boca de Ballester, le ha saludado desde su asiento antes de que declarara con un: «¡Pepote, bon dia!».

A diferencia del primer día, este martes no ha habido problemas con el aire acondicionado. Los abanicos improvisados se han sustituido por libretas (hasta cuatro acusados las llevaban) y solo se ha producido un pequeño incidente con una de las puertas de acceso, la de la policía, que chirriaba hasta que un operario de mantenimiento le ha aplicado 3 en 1.

Desde el principio, y para evitar conflictos, el tribunal se ha hecho respetar ante la veintena de abogados, algunos de los más reputados de España, que a partir de ahora y durante tres semanas interrogarán uno por uno a los acusados.

La presidenta de la sección ha dejado claras las reglas incluso a costa de molestar un poco al fiscal anticorrupción Pedro Horrach, que al principio no sabía cómo enfocar sus preguntas constreñido a que no fueran «de contestar sí o no», que no empezaran por la coletilla «no es más cierto que» ni trataran temas «del ámbito de la privacidad».

Otra diferencia ha sido la expectación mediática. La jornada de este martes, a la que seguirán cinco meses de juicio (los acusados solo están obligados a acudir las tres primeras semanas y los últimos días), no ha atraído tanta atención.

Ha habido menos periodistas fuera y dentro de la sala, donde tras el receso solo quedaban tres informadores, y también menos público (11 personas, con dos periodistas «infiltrados"), pero sí más funcionarios que miraban divertidos a los exduques de Palma merodeando por los pasillos y que tendrán la ocasión de hacerlo durante once sesiones más.