Desprendimiento de rocas y árboles en el Coll de Sóller en enero de 2017. | A. P.

Sólo en las últimas décadas, Balears ha vivido diversas situaciones de grave riesgo: los grandes incendios de na Burguesa y Artà en la década de los 90 y el de Andratx-Estellencs de 2013; las inundaciones del Llevant en 1989, 1993 y la muy reciente del 9 de octubre de este año, con el trágico balance de 13 muertos; el maremoto generado por un terremoto en Argelia en mayo de 2003; el cap de fibló en Mallorca en octubre de 2007; o el de Menorca del pasado 28 de octubre, que dejó buena parte de la isla sin electricidad durante días.

Estos episodios no son nuevos en las Islas. Hay 54 seísmos registrados o con efectos en Balears desde 1654, aunque en pocos de ellos se han registrado daños. Los terremotos que sí habrían causado daños en Balears son cinco, concentrados entre 1827 (Sineu y centro de Mallorca) y 1912 (Ciutadella). El seísmo registrado en Palma y Marratxí en mayo de 1851, recordado por causar daños en la Seu, tuvo hasta 17 réplicas. En mayo de 2003, el maremoto provocado por el terremoto de Argelia provocó daños y desperfectos en numerosas embarcaciones de todas las Islas.

En cuanto a lluvias intensas, sólo desde 1933 se han registrado en Balears decenas de precipitaciones superiores a los 150 litros por metro cuadrado en 24 horas. A partir de aquí, el Pla Especial d’Inundacions registra 27 zonas con riesgo alto en caso de inundación y 6 de riesgo muy alto, todas ellas en Mallorca. El torrente de Sant Llorenç está en este grupo.

Maurici Ruiz es profesor del Departament de Geografia y director del Servei de Sistemes d’Informació Geogràfica i Teledetecció de la UIB. Ruiz lo tiene muy claro: «La cultura del riesgo en Balears es precaria. El riesgo es igual al peligro por la exposición a la vulnerabilidad. No podemos tener personas expuestas y vulnerables, y para ello debemos contar con un sistema de prevención. Mallorca presenta una gran exposición a sus peligros naturales: inundaciones, seísmos, deslizamientos y desprendimientos de rocas, incendios forestales y fenómenos costeros (tsunamis y rissagues). A esta exposición se une la vulnerabilidad, por la concentración de personas, bienes e infraestructuras, como ha ocurrido en Sant Llorenç. Sin prevención y alerta temprana, la vulnerabilidad aumenta».

Convivir con el riesgo

Para el profesor, «en Balears resulta difícil evitar la exposición con más población, más zonas urbanas y más infraestructuras. Por tanto, la población debe saber si se encuentra en una zona de riesgo, pero la verdad es que, ante una inundación o un incendio forestal, no tiene ningún conocimiento sobre lo que tiene que hacer. La población debe aprender a convivir con la cultura del riesgo, asumiendo unos comportamientos. Y los ayuntamientos deberían establecer medidas preventivas, un protocolo a seguir para la población que vive en zonas de riesgo, del mismo modo que faltan medidas operativas de los servicios de emergencias. En las Islas ya tenemos hecho un buen trabajo de análisis, identificación y delimitación de las zonas de riesgo, pero no tanto para reducir la vulnerabilidad de personas, bienes e infraestructuras. Y esto también sirve para los turistas. Hay que hacerlo sin temor a una mala imagen, igual que en el Caribe».

Centralizar las emergencias

En este sentido, Ruiz apuesta por «una centralización de las emergencias en la que éstas cuenten con un profundo conocimiento de los elementos de riesgo en la zona atendida. Hay que integrar todos los procesos desde la planificación hasta la gestión de la emergencia. Sin una buena planificación, las emergencias actúan con los ojos tapados».

Ruiz se pregunta: «¿Realmente es extraordinario que una persona pierda sus bienes en una zona inundable? ¿Alguien se informa, cuando compra una casa, sobre si está en zona inundable? ¿Alguien le informa? Hay ayuntamientos que permiten edificar en zonas inundables, con calles de Cala Major por las que no pasa un camión de bomberos o con algunas casas aisladas en zona forestal que tienen pinos pegados a sus paredes. Muchos incendios forestales son detenidos por el mar. El nivel de vulnerabilidad es muy alto por la falta de información y las limitaciones de los servicios de emergencias».