Imagen de archivo del bar Cristal, de Palma. | J. J. Monerri

Los bares de toda la vida no lo tienen fácil para sobrevivir. Normativas estrictas, costes elevados y una competencia feroz son los principales obstáculos a los que tienen que enfrentarse a diario estos establecimientos. «Los bares tradicionales tienden a desaparecer», lamenta el presidente de la patronal, Alfonso Robledo.

A principios de año había registrados en las Islas 3.414 establecimientos de bebidas según el Directorio de Empresas (DIRCE) que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que recoge el Institut d’Estadística de Balears (Ibestat). La cifra está por debajo de los 4.013 inscritos en 2010, cuando la crisis económica ya había dado sus primeros coletazos. En los dos primeros años de recesión, el número de bares siguió en aumento en Balears, aunque a partir de 2010 el número empezó a caer. Una situación que se repitió en el conjunto del Estado.

En las Islas, la situación de descenso comenzó a revertir en 2017, cuando por primera vez en siete años el número de bares inscritos aumentó. Sin embargo, la fisonomía de este tipo de establecimientos ha cambiado y en los locales donde había bares de toda la vida ahora se han instalado negocios modernos, muchos de ellos incluso dirigidos a otro tipo de clientela. Estos cambios son más propios del centro de la ciudad de Palma y zonas costeras, aunque el panorama no es menos complicado en el resto de municipios, incluida Ibiza.

Y es que el cambio generacional también influye en la transformación de este sector.

En cualquier caso, desde la patronal de Restauración se refieren a las normativas como uno de los mayores problemas a que se enfrentan este tipo de establecimientos. «Protección de datos, derechos de autor, incrementos del precio del alquiler.... resulta imposible sobrevivir, especialmente para los más pequeños», explica Robledo, quien indica que el aumento de costes empresariales no se puede trasladar al precio final que pagan los clientes «porque pese a este descenso de negocio, hay mucha competencia». En su opinión, «somos muchos, incluso demasiados», por lo que no vería con malos ojos algún tipo de moratoria en determinados lugares.

En Balears, bares, restaurantes, locales de ocio y hoteles se rigen por el mismo convenio colectivo. «Esto es un problema, ya que, ciñéndonos a los bares, todos deben pagar lo mismo a su personal», explica Robledo, quien considera que deberían establecerse diferencias en función de su categoría. Además, el hecho de que los bares tengan puntas de trabajo y necesidades concretas de personal «hace que sea más fácil tener dos o tres negocios que uno solo», detalla Robledo, ya que «se puede mover al personal». Por contra, la lucha es «más difícil» para los bares con un solo empleado.