La procesada, este martes en una sala de Vía Alemania durante el juicio. | Juan P. Martínez

Una mujer de Sa Pobla se enfrenta a una pena de tres años de cárcel acusada de envenenar a los dos perros de su vecina, que vive en la casa contigua, a mediados de mayo de 2016. A la fémina se le responsabiliza de un doble delito de maltrato animal.

Los hechos juzgados en la sala de lo Penal número 6, se remontan dos años y medio en el tiempo. Durante el juicio celebrado este martes, la acusada negó haber envenenado a los perros de su vecina, tal y como sostiene la perjudicada. «Yo no he tirado nada desde mi casa a la de mi vecina», sostuvo ante la jueza y afirmó que «nunca había escuchado a los perros de la casa de al lado».

La denunciante relató cómo vio morir a sus dos mascotas en apenas diez días. La primera muerte le llegó a su perrita. La encontró con problemas respiratorios y la llevó al veterinario. Allí, según explicó en el juicio, le dijeron que los síntomas que mostraba el animal eran por «veneno». La perra quedó ingresada y poco después falleció.

Le realizaron la necropsia, ante las hipótesis del facultativo, y allí no pudieron certificar al cien por cien que la causa fuese por envenenamiento. Diez días después la mujer halló a su otro perro muerto tras pasar todo el día trabajando fuera de casa. «Cuando me marché por la mañana el perro estaba en perfectas condiciones y al volver a casa lo encontré sin vida; con vómito a su alrededor y diarrea», explicó a la jueza.

En este caso, como en la de la perrita, los indicios apuntaban a que había fallecido por envenenamiento. Y como la otra vez, los veterinarios, que acudieron como testigos al juicio, no pudieron asegurar que la causa de la muerte fuese esa. «El olor que desprendía la diarrea del animal es uno de los síntomas de haber sido intoxicado utilizando veneno para caracoles», admitió una veterinaria que acudió a la llamada de la perjudicada tras encontrar al animal muerto en casa. Sin embargo, y tras realizar la necropsia, «no encontramos indicios de muerte de ningún tipo». Esto se puede explicar, según los tres veterinarios que testificaron en el juicio, a que «la sustancia ingerida hubiese sido absorbida o vomitada».

La acusada en el turno de la última palabra reiteró que ella «no tiene nada que ver con estas cosas».