Gabriel Company, candidato del PP al Parlament. | Laura Becerra

A pesar de que ya se ha entrado en la recta final de la campaña, Gabriel Company luce un aspecto inmejorable. Hace solo unas horas que ha mantenido un cara a cara en la televisión autonómica con su contrincante más directa: Francina Armengol. No le fue mal. Está siendo, probablemente, la campaña más complicada para el PP balear, que trata de rehacerse del desastre de las elecciones generales. Las últimas encuestas detectan un repunte en la intención de voto para la opción que ve amenazada su posición hegemónica en el centro derecha. Company no ve imposible desbancar a la izquierda del poder.

Dígame un par de razones para votarle y que usted sea el próximo presidente de Baleares.
—Es muy sencillo. Si la gente quiere tener futuro tiene que votar al Partido Popular; somos la garantía de que no se repetirá la situación que generó la izquierda en 2011, cuando dejaron la Comunitat Autònoma en quiebra. Armengol, ahora, dice que volverá a hacer lo mismo y estamos entrando en una etapa de decrecimiento económico.

¿Su primera decisión si llega a ocupar el despacho del Consolat de Mar?
—Me comprometo a aprobar en los primeros 30 días una rebaja en los impuestos por un importe global de 195 millones de euros a las rentas medias y bajas, en especial en los tributos de sucesiones y donaciones. También recuperaré las leyes agraria, del suelo y turística que se aprobaron en la legislatura anterior y que el Pacte derogó. Hay que tener muy presente que la economía en Baleares está cayendo, este año vendrán un millón menos de turistas y hay que remontar la situación; una economía potente es lo que garantiza buenos servicios públicos.

¿Con menos dinero es posible ofrecer mejoras en la sanidad y la educación o en las prestaciones sociales?
—Bajar los impuestos significa que el dinero estará en el bolsillo de los contribuyentes y se incrementará el gasto en la economía productiva y, también, en el ahorro. Esto supone fomentar la inversión, que al fin y a la postre es lo que incentiva la economía.

Entenderá que haya quienes sospechen que se defiende un crecimiento ilimitado cuando los recursos y territorio de Baleares no lo son...
—Hay que tener claro que no es posible tener los recursos que genera el turismo sin turistas y si queremos que vengan menos tendrán que gastar más. Esto significa fomentar la oferta de calidad ligada al sector náutico, los campos de golf, polo... que algunos persiguen y condenan; tienen una auténtica empanada mental. El crecimiento económico de las Islas tiene que ser sostenible, hay que mejorar la calidad de nuestros establecimientos y esto genera un importante flujo de inversión y, por supuesto, de creación de puestos de trabajo. Es cierto que años atrás se hizo mucho, pero todavía hay un segmento de nuestra planta hotelera que se tiene que modernizar. E insisto, es posible hacerlo sin consumir más territorio.

Da la impresión que no ve una alternativa a la explotación turística en Baleares...
—Yo pregunto, ¿la gente quiere cambiarlo? ¿Queremos vivir solo de la agricultura? El turismo es la mejor industria, la cuestión central es que se trata de hacerlo bien y gestionarla de manera sostenible. Cuestionar el modelo turístico en Baleares es absurdo, es nuestra base y, además, somos los mejores del mundo. No tiene sentido atacarla.

Como empresario tiene una clara vinculación con el sector primario. ¿Tiene futuro?
—En la situación actual, las ayudas europeas, por ejemplo, son imprescindibles, al igual que permitir determinadas actividades complementarias. Entiendo que se tiene que compensar su papel e incentivar el valor añadido de su producción, pero queda claro que no defiendo que se construyan hoteles en el campo. No olvidemos que los payeses son los que mantienen, en buena medida, el paisaje.

En materia educativa, el PP siempre ha tenido problemas...
—El objetivo debe ser formar en valores y conocimientos, y para ello se necesitan infraestructuras y profesionales. Lo mismo diría en la sanidad. La izquierda confunde el objetivo con los medios –enseñanza pública, privada o concertada–. Ellos quieren hacer desaparecer ésta última cuando está realizando un buen trabajo.

¿Hay adoctrinamiento en las aulas?
—En todos los campos hay gente que hace bien las cosas y otra que lo hace mal. Hay una minoría que el propio colectivo de docentes debería corregir; contaminan la labor del resto.

¿Su política lingüística?
—En Baleares hay dos lenguas oficiales, lo dice la Constitución y el Estatut y al acabar se tienen que dominar a la perfección, a lo que nosotros añadiríamos el inglés y si es posible el alemán y el francés. Respecto a la Administración, los ciudadanos tienen unos derechos lingüísticos que se tienen que respetar.

¿El 28-A fue una pesadilla?
—Creo que son unos resultados nefastos que hemos superado; las encuestas confirman que nos estamos recuperando. La proximidad nos beneficia, somos de centro y moderados.

Los pactos postelectorales serán imprescindibles...
—Hay que esperar a conocer los resultados del domingo. Lo importante no es quién gobierna sino cómo, y tengo claro que nosotros gobernaremos sin extremismos ni radicalidades porque no es bueno para Baleares. Armengol lo hace con sus alianzas con Podemos y Més.

¿Considera necesaria una reflexión en el PP tras el 26-M? ¿Debe dimitir Casado?
—Evidentemente, habrá que analizar lo que ha pasado con el 28-A y los resultados del 26-M. Si no se ha hecho ha sido por falta de tiempo entre las dos elecciones. Respecto al futuro de Pablo Casado solo puedo decir que es el presidente del PP y que su liderazgo no se cuestiona.

¿Se fía del PI?
—Todo depende del espacio ideológico en el que se quiera situar. Ciudadanos, por ejemplo, ha pactado con la izquierda en otros lugares de España. ¿Se irá el PI con Podemos o Més? Que lo diga.