Palma Ayuga local Mae de la concha

Mae de la Concha (Gijón, 1954) es la responsable de la nueva Conselleria d’Agricultura, Pesca i Alimentació.

La legislatura se inicia con una preocupante falta de lluvias desde hace 9 meses.

—Nos enfrentamos a veranos más largos y a la falta de lluvias o a su distribución irregular por el cambio climático. No es una situción puntual y nos obliga a replantearlo todo: qué cultivar, cuándo y cómo aprovechar el nuevo ciclo del agua. Por ello debemos colaborar todos, desde el agricultor tradicional con su conocimiento acumulado desde hace siglos hasta los científicos e investigadores. Incluso la aparición de plagas como la Xylella puede ser relacionada con todo lo anterior y llevar a resituarnos, revisar lo que tenemos y apostar por cultivos más resistentes.

¿Cuáles son sus retos para esta legislatura?

—El primero sería ampliar el porcentaje de producto local. La capacidad de abastecimiento de los productos de Balears sólo llega al 12 %. Tiene que ampliarse. El segundo es conseguir de la Unión Europea un régimen agrario especial para Balears como tinen las islas griegas del Mar Egeo, con ventajas precisamente para los productos locales. He mantenido unos primeros contactos con el sector sobre esta cuestión y hay una ilusión por este objetivo. Un régimen especial sería compatible con las ayudas que ya recibimos por la Política Agraria Común.

¿Más retos?

—El tercero sería el de la formación. Tenemos una población campesina con una media de edad muy alta. Aprovechando su conocimiento, hay que atraer a los más jóvenes para garantizar el relevo generacional. Otros retos no menos importantes son el reconocimiento social a un colectivo que, no lo olvidemos, es el que nos da de comer, y la modernización de todos los procesos de comercialización, con más información sobre la trazabilidad de los productos. En comercialización, las posibilidades son infinitas.

¿Se puede establecer una vinculación con el turismo o ésa es una idea de la que siempre se habla y nunca se concreta?

—Para empezar, parece claro que no podemos crecer más turísticamente hablando, a no ser que colapsemos servicios e infraestructuras. Por tanto, la agricultura puede contribuir a una diversificación de la economía y que ésta sea circular para aprovecharlo todo. No puede ser que toneladas de alimentos se tiren o se echen a perder porque los precios están bajos. Aquí pueden intervenir industrias auxiliares para transformar excedentes y que productos frescos y saludables lleguen a colegios, hospitales, residencias o comedores públicos. No podemos tirar alimentos con el alto porcentaje de pobreza infantil que tenemos. Y el promedio de distancia de los productos que consumimos en Balears es de 6.000 kilómetros, una barbaridad. Por ello, un mayor consumo de producto local debe ayudar a corregir esa desproporción.

¿Pero el turismo puede ayudar a tirar del carro?

—Tenemos que apoyarnos entre todos y el turismo puede incorporar más alimento local y de proximidad, que encaja perfectamente si apuesta por la calidad y los valores añadidos de su oferta. Y ya existen propuestas interesantes como que las cocinas de los hoteles que están cerradas en invierno sean aprovechadas para la elaboración de productos.

¿Entiende que se genere polémica por el nombramiento de Gabriel Torrens como director general y el de Mateu Morro como gerente del Fogaiba?

—Esa polémica sólo se puede entender en un tablero de guerra en el que yo no participo. Eso es para gente que recurre a la guerra para resolver conflictos. Entiendo que el Govern es un equipo y que vamos a colaborar todos en favor de los ciudadanos.

¿Qué pasa con los retrasos en las ayudas?

—Esta conselleria empieza de cero y tenemos que detectar los puntos fuertes y los débiles. En el sector hay muchas líneas de ayudas y es verdad que en algunas de ellas se han producido atascos. Vamos a ponerles remedio lo antes posible.

La agricultura nos da de comer, pero está poco valorada.

—Se la valora en función del PIB, pero ¿es correcta esa valoración? Porque si tenemos en cuenta el cuidado del territorio y del paisaje, de todo lo que eso supone para el turismo, y de toda la lengua y toda la cultura generada a su alrededor, me parece que esa valoración tendría que ser muy superior.