Dámaso Berenguer, en el Sector Naval. | Pilar Pellicer

Dámaso Berenguer Roig (Cartagena, 1961) es desde hace tres meses es el comandante del Sector Naval de Baleares. Es un estudioso de la obra de su bisabuelo, Dámaso Berenguer Fusté, fallecido en 1953, penúltimo presidente del Gobierno de Alfonso XIII, que afrontó la sublevación de Jaca (1930), prólogo de la Segunda República.

¿Considera al Archipiélago bien defendido?

—Aunque pueda parecer lo contrario, las Baleares están bien protegidas. Vivimos en otra era donde la defensa es compartida. No es necesario tener tantos medios ‘in situ’ como en siglos pasados, cuando el Mediterráneo era un hervidero en permanente conflicto.

¿Hasta qué punto nos afecta la inestabilidad del Norte de África, incluidas las corrientes migratorias incontroladas?

—En el siglo XXI hemos pasado, en el ámbito de la seguridad internacional, de un mundo bipolar a uno multipolar. Han aparecido actores de carácter no estatal que coexisten con los tradicionales, de ahí los movimientos masivos de población. La Armada es consciente del incremento de inseguridad que esto puede suponer y desde luego es un desafío para nuestra seguridad nacional en general y a la seguridad marítima en particular. Por ello, la acción de la Armada no se limita al territorio nacional sino que opera donde sea necesario para defender los intereses españoles.

Usted es bisnieto de Dámaso Berenguer Fusté, general de caballería que fue presidente del Gobierno de España. ¿Por qué eligió la Armada y no Tierra para desarrollar su carrera militar? De hecho, ha heredado el título de conde de Xauen, otorgado a su bisabuelo por Alfonso XIII...

—Heredé el título cuando solo tenía doce años al fallecer mi padre. La vocación viene precisamente de mi padre y mi abuelo, ambos marinos de guerra. Siendo niño embarqué en el ‘Roger de Lauria’, donde mi tío Juan Berenguer y Moreno de Guerra era el segundo comandante. Aquello dejó huella.

Dámaso Berenguer, que fue presidente entre 1930 y 1931, es uno de los grandes desconocidos de la política española para las generaciones actuales, ¿piensa escribir un libro sobre su bisabuelo?

—Lo he pensado, pero difícil va a ser poder superar sus memorias de África ‘Campañas en el Rif y el Yebala’ y sus memorias de presidente del Gobierno en ‘De la Dictadura a la República’.

¿Qué recuerdos familiares dejó don Dámaso de sus tiempos de oficial y mando en Cuba, donde estuvo a las órdenes de Valeriano Weyler?

—El carácter combativo de mi bisabuelo le hizo estar siempre en el frente. En aquellos tiempos la insurrección estaba en Cuba y, claro, él tenía que estar allí. Hijo de militar destinado en Cuba, de madre cubana y nacido en San Juan de los Remedios, no podía estar en otro sitio. Su participación en distintas acciones bajo el mando del general Weyler, otro liberal como él, le valieron el ascenso a comandante a los 25 años.

Más tarde, el Rey nombró a su bisabuelo Alto Comisario en Marruecos, en cuya guerra había combatido. Sin embargo, pagó los platos rotos de la derrota de Annual de manera injusta y por poco pierde su carrera. ¿Cómo fue aquella coyuntura tan crucial y tan mal resuelta de la Historia de España?

—Esta pregunta es digna de un seminario y ha sido temática de muchas y diversas versiones al respecto. Yo tengo mis propias conclusiones: la conferencia de Algeciras, donde se le asigna a España la parte más hostil y pobre de Marruecos; la figura de Alto Comisario, que fue creada para que la ejerciera un civil, ya que tenía algunas carencias para ejercer el mando al completo; la rivalidad entre los militares africanistas y aquellos que desarrollaban su carrera en la península y la pasividad del Gobierno central, tiene mucho que ver con lo sucedido en 1921 tras aquella derrota militar.

Al ser nombrado presidente en 1930, Berenguer pudo haber sido el Adolfo Suárez de la época, apostando por la democracia y salvando la Monarquía, ¿por qué no lo logró?

—Las dos situaciones no son comparables. En nuestra Transición todas las fuerzas políticas se pusieron de acuerdo. Nadie ponía en duda a quién correspondía la Jefatura del Estado. En 1931 la situación era distinta. Tras caer Primo de Rivera, no todos los partidos estaban dispuestos a la vuelta de la normalidad constitucional sin consecuencias. Los partidos republicanos acordaron derrocar a la Monarquía, mientras que en el bando monárquico se durmieron, sin reaccionar a tiempo. Personas de alta reputación política como Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura abandonaron el bando monárquico pasándose al republicano. Si las elecciones de 1931 hubieran sido generales, tal y como quería mi bisabuelo antes de ser destituido, estoy seguro de que el resultado hubiera sido distinto.

¿Le faltaron apoyos a don Dámaso para afrontar el levantamiento militar de Jaca y el pacto republicano de San Sebastián?

—Los levantamientos de Jaca y Cuatro Vientos fueron sofocados con los medios del Estado y los responsables juzgados de acuerdo con las leyes de la época, que hoy en día nos pueden parecer excesivas, pero hay que ponerse en contexto para comprende las sentencias y ejecución de los capitanes Galán y García Hernández, considerados los cabecillas.