El doctor Antoni Nicolau posa en las escaleras del departamento de Salut Pública. | Jaume Morey

Fue uno de los pocos expertos que advirtió de la gravedad de lo que estaba ocurriendo en Wuhan y su posible expansión. El tiempo ha dado la razón al doctor Antoni Nicolau, máximo responsable del Servicio de Epidemiología de la Conselleria de Salut, un departamento al que la crisis sanitaria ha devuelto la notoriedad que no siempre se le ha querido reconocer.

La primera pregunta es obligada. ¿Cómo se encuentra?

—Tengo la sensación de vivir una situación histórica, privilegiada desde el punto de vista profesional; una experiencia única.

Fue de los primeros que advirtió la llegada de la epidemia. ¿Qué indicios tenía?

—Las dificultades que tenía China para controlar el brote, se veía que la COVID-19 no se autolimitaría. Los precedentes de otros coronavirus es que tuvieron más dificultades para expandirse. Además, el número de casos que generaba en tan poco tiempo era sorprendente, así como su facilidad de exportación. No era fácil que se parase.

Algún afamado colega dijo entonces que este virus «ni está ni se le espera en Balears»... ¿Prepotencia occidental?

—Había la esperanza de que se comportase como otros coronavirus. Este es nuevo y no se sabe qué hará, pero en ningún momento ha dado síntomas de autolimitación.

El baile de cifras diario es desconcertante...

—El problema es que las cifras que se generan son difíciles de explicar y, además, no tienen la temporalidad adecuada; tienen un desfase de varios días. Todos los datos requieren un tiempo para contrastarlos. Para hacer un seguimiento lo más importante es la fecha de los síntomas, del diagnóstico, y eso no se transmite de manera adecuada.

¿Todos los países contabilizan del mismo modo?

—En Europa hay una definición de los casos que está homogenizada por la OMS, pero esta pandemia ha evidenciado la debilidad del sistema ya que no todos los países tienen la misma capacidad de comunicación. Entre las autonomías no hay tantas diferencias, los problemas han derivado del colapso de algunas por el gran número de casos que han desbordado sus servicios de Epidemiología. En Balears, hemos contabilizado todos los sintomáticos.

¿Se sabe la realidad de la COVID-19?

—Sabemos los fallecidos y los casos confirmados, la parte que no se ve es la que que hay que estudiar; aunque nunca se podrá ser exhaustivo.

Test masivos, ¿sí o no?

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—El test indiscriminado no lo veo necesario, no creo que mejore el control de la pandemia. Se tienen que hacer de manera racional y útil. Lo interesante es conocer la prevalencia, tener una idea de la infiltración del virus. En el caso de Balears este dato es más importante porque no ha habido una transmisión comunitaria importante y por eso el desconfinamiento tendría que ser cauteloso. Me dan miedo los efectos de una segunda oleada.

¿Cómo se explican las incidencias tan dispares en el mundo?

—No se sabe. Todo son especulaciones. Desconozco qué factores han influido en la expansión de la COVID-19 y creo que no se sabrá hasta que acabe todo y se conozca la estrucutura genética del virus. Reconozco que es un fenómeno sorprendente. A Balears, por ejemplo, llegó de diferentes sitios, incluso de Gran Bretaña y Alemania. La propagación es todavía un misterio.

Interpreto que considera precipitado hablar de desconfinamiento ...

—Mi opinión es que debe continuar el confinamiento, y más en Balears.

¿Por?

—Nosotros podemos tener más personas vulnerables que en otras comunidades que han tenido muchos más casos, pero creo que al final se impondrán los planes estatales. Probablemente al final el 90 % de los baleares acabaremos pasando la COVID-19, por eso lo importante es que el sistema sanitario pueda asumirlo; la encuesta de prevalencia será fundamental.

¿Cuál es la razón por la que Balears tenga una tasa tan alta de contagio en el personal sanitario?

—Todavía no hay cifras comparativas fiables, habrá que averiguar qué ha pasado. Lo que sí creo que fue un acierto fue la atención domiciliaria; una estrategia adecuada desde el primer momento.

¿Tiene que haber temporada turística?

—En una pandemia no nos tiene que dar miedo de dónde viene la gente, hay casos por todo y su impacto es impredecible; lo importante es cómo está la población balear.

¿Qué aspecto de esta crisis le ha impactado más a nivel personal?

—Registrar determinadas variables es doloroso, como las estancias en las UCI, las muertes... Lo brutal ha sido la acumulación de casos en apenas un mes y medio; esto nos ha hecho ser conscientes de nuestras limitaciones en la gestión de la vigilancia epidemiológica.

¿Cuándo llegará el final? ¿Habrá que esperar a la vacuna?

—A título personal considero que lo que entendemos como normalidad absoluta va para largo, creo que dependerá del grado de vulnerabilidad de la población, de los avances en los tratamientos farmacológicos para que sean cada vez más eficaces y, por supuesto, la vacuna. Si es que se consigue. Obtener una vacuna no es tan fácil. Entiendo las enormes consecuencias económicas que tiene y tendrá esta pandemia, pero, desde mi punto de vista, creo que en estos momentos no se pueden hacer planes a un plazo superior a los seis meses o más. Así veo que están las cosas ahora, me gustaría poder ser más optimista.