ernando Bernal cuida de su mujer, de 61 años, a quien hace más de cinco que le diagnosticaron alzheimer. Desde que empezó el confinamiento confirma que se ha producido un bajón y, lo peor es que en las enfermedades degenerativas es una situación irreversible. Foto: PERE BOTA

«El problema es que lo que ella pierde difícilmente lo recupera, por eso se llama degenerativo. Para esta gente es terrible porque es mantenerse o perder». Fernando Bernal cuida de su mujer de 61 años a la que hace cinco y medio le diagnosticaron alzhéimer.

El confinamiento está haciendo mella en este tipo de pacientes, los que padecen una enfermedad degenerativa. Desde la asociación de cuidadores de personas con dependencia Mans a les Mans, su presidenta Apol·lònia Miralles lamenta la cantidad de gente «que nos avisa del deterioramiento».

Miralles advierte de que algunos «están sufriendo un bajón grave» ya que se han visto privados de «rutinas o ejercicio diario», cuando se trata de personas acostumbradas a hacer actividades que resultan ser su mejor tratamiento para frenar el avance de una enfermedad, o incluso para mejorar.

Es el caso del alzhéimer, Apol·lònia Miralles recuerda que para aquellos que padecen un deterioro cognitivo no sólo es importante ejercitar la memoria, también deben hacer ejercicio.

«A mi mujer le está afectando estar encerrada porque tenía una vida muy activa con la enfermedad», explica Fernando Bernal. Antes de entrar en la hibernación que supuso decretar el estado de alarma por la pandemia hacían actividades diarias en s’Escorxador. «Los lunes íbamos los dos a un taller de cocina, los martes y jueves ella hacía cardiopilates y taller de memoria, los miércoles visitábamos a nuestras madres, los viernes hacía una ruta saludable y por la tarde íbamos al cine… Teníamos pautas que a ella le van muy bien porque le sirven para orientarse», explica. «Las rutinas son fundamentales para estas personas porque sino hay iniciativa, se quedan bloqueadas y no saben cómo hacer las cosas», añade.

Noticias relacionadas

Pero todo esto se ha parado. Desde hace casi dos meses «noto una pérdida de habilidades como es vestirse o asearse y también de lenguaje… Ahora es incapaz de decirme si le molesta que entre demasiado aire».

Hacen actividades en casa, «un poco de lectura, de escritura... A ella le gusta colorear. Le pregunto las partes del cuerpo o qué puedo comprar en el mercado pero las cosas más simples le cuestan», relata Bernal. «Cada día llamamos a su madre o a la mía, o a nuestros conocidos. Ella se obliga a hablar, porque también se acentúa la pérdida del habla».

Desde que se inició el confinamiento apenas pueden salir a la calle, «entiendo que podemos dar un paseo porque hablaban de enfermos crónicos pero de todas maneras prefiero estar con ella en casa, porque para pasear y tener que justificarme… Además está todo vacío», dice.

La mujer de Fernando está registrada en Dependencia y en estos dos meses «nos llamaron en una ocasión para saber cómo estaba pero nada más», explica. Respecto a cuál es su estado de ánimo, el del cuidador, dice que tiene días mejores y peores «pero soy una persona optimista y procuro afrontarlo porque siempre he pensado que una actitud negativa no me ayuda ni a mi, ni ha ella». Al fin y al cabo, dice, ser cuidador «es dedicar tu tiempo a la persona que cuidas, estar pendiente de sus necesidades, sus temores y alegrías, que continuamente no falte nada y que esté bien y darle cuidado».

Ahora sólo aspira a poder salir de casa con tranquilidad y quién sabe si a poder retomar alguna de sus antiguas actividades. «La rutina es la mejor medicina para tratar el alzhéimer, esto la ayudaría a ella... y a mí».