El acusado, durante la reconstrucción del crimen. | Alejandro Sepúlveda

Tras matar a su mujer y dejar el cadáver oculto entre la maleza, Antonio Cortés llamó a su familia para comunicar que había sufrido un accidente de tráfico y que en el mismo su pareja había fallecido. «La he liado mucho, la he liado mucho. He tenido un accidente y la Reme está muerta», decía Antonio a sus allegados, visiblemente alterado y muy nervioso. Esta llamada fue muy confusa y no dejaba nada claro lo que había sucedido.

Al conocer que realmente había sido un asesinato y no un accidente, los familiares convencieron al asesino para que se entregase a la policía: «Si no nos matarán a todos». Esa es la frase que pronunciaron aludiendo a la guerra entre clanes gitanos que podría originarse.

El asesino llamó entonces a la Policía Nacional y les confesó el crimen. Los agentes, que paralelamente ya habían localizado al hombre, se personaron en s'Hostalot, donde se encontraba y lo detuvieron.

Antonio Cortés fue trasladado al camí de Ca Na Verda, donde había perpetrado el crimen, para realizar una reconstrucción del mismo. Fue allí, rodeado de policías y ante la jueza, cuando se derrumbó, comenzó a llorar y totalmente roto se arrodilló y confesó el crimen.