Una imagen de la ciudad de Ibiza durante el estado de alarma. | Marcelo Sastre

Este 9 de mayo de 2021 España ve algo más de luz tras un recorrido prácticamente a oscuras durante catorce meses. El nuevo virus, llegado desde China, situaba en marzo de 2020 al país en una situación excepcional. No existían planes de emergencia para abordar tal crisis y esto, sumado al desconocimiento mundial de la enfermedad, obligaba al mundo a parapetarse.

El país se confinaba el 14 de marzo rescatando este mecanismo constitucional. Y desde entonces, y con un breve paréntesis estival, el estado de alarma ha estado presente con consecuencias en múltiples ámbitos. Este domingo se pone un punto y final a la alarma más extensa de la pandemia, de más de seis meses. No obstante, la necesidad de las comunidades de seguir con algunas restricciones que amparaba éste, y ante la negativa del Gobierno de extenderlo, el asunto queda en manos de los tribunales.

En Baleares, el TSJIB ha dado el visto bueno al Govern para dar continuidad con las restricciones, entre ellas, el toque de queda. La vida sigue igual, pero de manera algo más relajada ya que a partir de este domingo se pueden abrir las terrazas al cien por cien hasta las 22.30 horas de forma ininterrumpida y de lunes a domingo.

El prólogo de este último estado de alarma, que entró en vigor en octubre, es un final verano marcado por restricciones a nivel autonómico. La temporada estival de 2020 queda ya en la memoria de la pandemia en España como un breve paréntesis en mitad de la crisis. España finalizaba el proceso de desescalada el 21 de junio tras el confinamiento y con ello decaía el estado de alarma.

El país abordaba el verano con esperanza, con los datos sanitarios estables y a la baja, y con una reactivación moderada de la economía. Pero aquello sólo fue espejismo de la tan ansiada vuelta a la normalidad. El coronavirus seguía presente y antes de finalizar agosto algunas comunidades, entre ellas Baleares, se veían golpeadas por una nueva ola.

En esta nueva normalidad las comunidades establecían algunas medidas, previa autorización judicial, pero la justicia y las políticas sanitarias chocaban en mitad de otra nueva escalada de contagios. Así, el domingo 25 de octubre, tras un Consejo de Ministros extraordinario, el Gobierno aprobaba de nuevo el estado de alarma estatal, con la advertencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de que su intención era la de abrir un tercer estado de alarma por período de seis meses.

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El Ejecutivo trataba así de evitar el desgaste, el cada vez más crispado debate en el Congreso cada 15 días, y ofrecía cobertura jurídica a las comunidades autónomas para actuar durante un plazo largo de tiempo contra el coronavirus. De este modo, el segundo estado de alarma de la pandemia entraba en vigor con tres medidas clave: el toque de queda, la prohibición de salir de la comunidad o ciudad autónoma de residencia, y la limitación a seis personas no convivientes.

Los meses más duros

El segundo estado de alarma concluye ahora marcado por la ola más dura de contagios y fallecidos –430 decesos–, también por la vacunación contra la COVID en plenas fechas navideñas. La inmunización comenzaba con muchas esperanzas entre los más mayores, el sector más afectado por el virus. No obstante, arrancaba a trompicones, con retrasos de las farmacéuticas en las entregas, y los primeros trombos paralizando la campaña.

Este último medio año ha agravado, sin duda, la economía del país y de la comunidad. El PIB de Baleares se ha contraído un 15 por ciento en el primer trimestre, la caída más fuerte del país, a la espera todavía de la llegada de las ayudas europeas, y con el panorama turístico duramente afectado por un año de sequía y una ausente Semana Santa.

Algunos sectores, como el de la restauración, han sufrido su estocada más dura en este último tramo del estado de alarma. En el impacto de la tercera ola, un cierre total de estos negocios abocó a la ruina de algunos, mientras otros todavía hoy luchan por sobrevivir. Eso sí, ha logrado iniciar su tan esperada desescalada. Todo ello con un mes de abril marcado por las cifras del paro, las peores del país con una subida del más de 13 %.

Este mayo, con la vacunación relanzada y la situación sanitaria estabilizada, arranca una nueva etapa, pero el fin del estado de alarma en Baleares traerá pocas novedades –la más llamativa es la apertura ininterrrumpida de las terrazas todos los días de la semana hasta las 22.30 horas en Mallorca e Ibiza– en cuanto a restricciones. El Govern mantiene las más «efectivas», a su juicio, para combatir al virus. Lo hace con el aval de TSJIB y con el descontento de una parte de los ciudadanos.