Coincidiendo con el Día Mundial para la prevención del suicidio este sábado, 10 de septiembre, el Col·legi Oficial de Psicologia de les Illes Balears (COPIB) destaca la necesidad de reforzar las acciones de prevención del suicidio dirigidas a jóvenes y adolescentes, para frenar el aumento de casos de ideación suicida en la población menor de 30 años detectada en los últimos tiempos. Asimismo, los/as profesionales de la Psicología de las Illes demandan a la administración implementar sin demora todas las medidas previstas en el Plan autonómico de prevención del suicidio, para hacer frente al desafío que representa frenar y reducir las tasas de muerte relacionadas con este grave problema de salud pública.

España registra una media diaria de 11 muertes por suicidio y en 2020, último año de referencia de las estadísticas oficiales del INE, 3.491 personas se quitaron la vida, 87 de ellas en la comunidad autónoma. La cifra supone un incremento del 7,4% de muertes por suicidio respecto a 2019 y no considera los casos relacionados con intentos frustrados e ideación suicida. La OMS calcula que por cada suicidio que se consuma se producen 20 intentos, mientras que estudios epidemiológicos recientes señalan que entre el 5 y el 10% de la población española podría verse afectada por la ideación suicida a lo largo de la vida. Eso significa que en un año podrían producirse en torno a 80.000 intentos de suicidio en nuestro país y que entre dos y cuatro millones de personas pueden desarrollar ideas suicidas.

«Nos preocupan las muertes por suicidio con independencia de la edad y el género y nos preocupa especialmente el mayor número de casos relacionados con intentos e ideaciones suicidas en la población infantojuvenil», señala Jennifer Prata, coordinadora del Grupo de Trabajo de Investigación, Prevención y Asistencia a la conducta suicida del COPIB.

En Baleares, según los datos de activación e intervención de los profesionales de la psicología de emergencias del GIPEC IB, el 27,06% del total de 266 casos de suicidio y tentativas de suicidio registrados de enero de 2019 a junio de 2022, estuvieron relacionados con adolescentes y jóvenes menores de 30 años. De hecho, durante el primer semestre del año en curso, la incidencia de la conducta suicida en las edades jóvenes alcanza el 37,5% de los casos en los que ha intervenido un/a psicólogo/a de emergencias. En paralelo, «los ingresos por autolesiones en menores se han duplicado y sabemos que este tipo de conductas están manifiestamente relacionadas con el comportamiento suicida», señala.

Las tasas de prevalencia en las Islas son similares a las estadísticas que se reproducen en todo el Estado. El suicidio y los intentos de suicidio en adolescentes se han triplicado desde 2006, superando los 2.000 casos al año. En 2020, último año de referencia de las estadísticas oficiales, el suicidio fue la segunda causa de fallecimiento en jóvenes de entre 15 y 19 años (300 casos), por detrás de los tumores. Asimismo, el número de hospitalizaciones por autolesiones se han cuadriplicado en las últimas décadas, pasando de 1.270 en el año 2000, a 4.048 en 2020.

Desde el COPIB consideran que, aunque la comunidad autónoma ha dado pasos importantes para abordar la problemática del suicidio, «España todavía carece de un plan nacional de prevención y sigue siendo necesario visibilizar la realidad del suicidio especialmente en el entorno educativo. «La escuela juega un papel clave en la prevención y detección temprana de la conducta suicida», señala Prata. «Formar al alumnado y especialmente a los profesionales del entorno educativo es fundamental para ayudarles a prevenir, detectar e intervenir cuando sea necesario; para ofrecerles estrategias de acompañamiento y para que conozcan los recursos disponibles para derivar», apunta.

La psicóloga recuerda que el suicidio es multifactorial y multicausal y en los casos que afectan a jóvenes y adolescentes no es diferente. «El deseo de morir puede surgir sin necesidad de que exista un problema de salud mental de base contrariamente a lo que se puede pensar», explica. No obstante, Jennifer Prata admite que existen determinadas situaciones y rasgos de personalidad que suponen un mayor riesgo para desarrollar una conducta suicida: «la depresión, una baja autoestima, la autoexigencia o el perfeccionismo extremo, dificultades para relacionarse socialmente, el abuso de sustancias como el alcohol, los trastornos de la conducta alimentaria, haber vivido conflictos familiares graves, actos violentos como el bullying o cualquier tipo de situación que conlleve un rechazo social aumentan la vulnerabilidad», destaca.

A todos estos factores de riesgo, se suma la influencia de internet y de las redes sociales. «Que internet es una fuente de información de la conducta suicida y autolesiva es una realidad, especialmente para los jóvenes», señala Prata. Un estudio realizado en la era pre-covid entre 302 alumnos de entre 11 y 20 años en el marco del proyecto ISNISS de la UNED reveló, entre otros datos significativos, que el 61% de los alumnos que habían pensado en quitarse la vida y un 35% que no quiso contestar a esa pregunta (reflejo de una prevalencia) habían buscado información en internet sobre autolesión y suicidio. El 52% de los que había pensado en quitarse la vida y el 20% que no contestó, habían compartido sus pensamientos de conducta autolesiva y/o suicidio a través de las Redes Sociales.

Como dato positivo, el 37% de los alumnos que habían pensado en quitarse la vida y el 21% que no había querido contestar directamente a esa pregunta, reconocían haber buscado ayuda en internet. Por ese motivo, es importante formar al alumnado en un uso responsable de las redes sociales para prevenir los riesgos de un mal uso, así como investigar y favorecer la utilización de las mismas como herramienta de prevención de la conducta suicida y autolesiva en los entornos educativos.

Desde el COPIB recuerdan que el tabú (cada vez menos) y el silencio desactivan las redes de apoyo para que la persona que está pensando en quitarse la vida reciba una atención adecuada. «La magnitud del problema exige que todos estemos comprometidos con la situación y actuemos ante cualquier cambio comportamental que indique que un amigo, un familiar o una persona cercana puede estar pensando en quitarse la vida. Hablar de suicidio sigue siendo la mejor manera de prevenirlo. Ante cualquier señal de alerta, debemos preguntar directamente a la persona qué le ocurre, qué piensa, qué siente. Actuar, escuchar de forma empática sin prejuicios ni menosprecios, darle confianza y un espacio para verbalizar y validar sus emociones puede salvarle la vida. El mejor mensaje que podemos trasladar a las personas que están pensando en quitarse la vida es que ‘No estás solo, no estás sola’».