Trabajadores del Hospital General celebran los 20 años de la unidad de cuidados paliativos. | Teresa Ayuga

La muerte forma parte de la vida pero así como no elegimos dónde nacer, la mayoría de las veces tampoco puede elegirse dónde o cómo morir. Para aquellos que sí saben que están en el final, para los que ven cómo se acaba aquello que llamamos vida sin que nada más se pueda hacer al respecto, están los cuidados paliativos que «no la alargan pero sí la ensanchan», dicen quienes se dedican a ello. La bien avenida Unidad específica de cuidados paliativos del Hospital General de Palma, pionera en el sistema sanitario público de Balears, ha celebrado 20 años esta semana. Un momento para soplar velas y hacer balance de una profesión incomprendida o, más bien, malinterpretada porque «es muy agradecido y bonito el poder hacer un buen cierre de vida», aclaran. Son las palabras de María Viña, presidenta de la comisión de Paciente Activo de Son Espases y una de las profesionales consultadas que trabajan el sufrimiento . «Con un buen equipo ves mejoras en los pacientes, y piensas: algo hacemos bien».

Alrededor de una misma mesa se sientan algunos de los miembros de esta unidad para dar a conocer su labor. Todos defienden que una pérdida no siempre es una tragedia. «Una muerte digna genera sentimientos encontrados entre quienes se quedan, por la pena de la despedida y por la felicidad de verle sereno en ese momento», señalan. Ninguno de los entrevistados preferiría trabajar en una unidad diferente, sin embargo la pregunta es ¿no les afecta dedicarse a esto? «Utilizamos mucho el humor porque alivia, pero aún así nos vamos con carga. Yo he tenido que aprender a manejar la situación», explica Conchi Rojas, trabajadora social. «Pues yo me he puesto a llorar como una magdalena durante un abrazo a una compañera y luego he seguido», le responde Lola Quintanilla, auxiliar de enfermería. «No puedes llevarte esto a casa porque sino no les sirves», añade, advirtiendo que no todo el mundo podría dedicarse a los paliativos. Sin embargo, «el día que el sufrimiento de los demás me pase desapercibido tendría que dejarlo», matiza Emilia García, coordinadora de enfermería. García reivindica que hay que dar a conocer esta labor y luchar contra los estigmas. «El ciudadano tiene derecho a saber más allá del cliché», señala, porque se trata de darle valor a la vida. «Me gusta pensar que trabajamos más hacia esta dirección que hacia la muerte».

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Las personas, lo primero

La herramienta más preciada en esta unidad es el tiempo. «Cuando tu paciente no va a mejorar o a progresar y estamos al final de vida es importante saberlo y prepararlo, sin improvisar, porque sabemos qué sucederá y entre todos, colaborando, podemos dar una respuesta a las necesidades que irán surgiendo». Así habla el jefe de la unidad, el doctor Joan Santamaría. Los paliativos no son una especialidad per se como sí se reconoce en otros países. Quien trabaja aquí lo hace con formación adicional y gracias al «trabajo tozudo de quienes vemos la necesidad de entender estas situaciones», añade. Si la medicina de hoy se basa en atender la enfermedad, en esta unidad se atiende a las personas. «A mí me gusta decir que nosotros bailamos con los pacientes en función de sus necesidades porque en cada puerta que abres te encuentras una habitación diferente», indica Emilia García.

Todos los presentes destacan el «compromiso y la responsabilidad del equipo» y coinciden también en señalar lo más importante: escuchar al paciente, anteponer las necesidades a los diagnósticos. «Cuando te dicen que son conscientes de que nos importan, es que algo estamos haciendo bien». Eva Mateos es enfermera y una de las últimas en llegar a esta unidad del General, recuerda que «desde pequeños nos educan para la vida pero no para la muerte, y hasta que no estás aquí dentro no ves lo importante que es vivir sin dolor, sin síntomas, para poder morir con dignidad y humanidad», señala. En este sentido, «hay especialidades en las que por la rapidez del momento no puedes brindar la oportunidad al paciente de hacer un cuidado integral, que es muy importante». Su medicina es más artesanal lo que, en los tiempos que corren de saturación sanitaria, podría encumbrarles como privilegiados. «Lo somos», se ríen todos.

Amilia García, Joan Santamaria, Lola Quintanilla y Jaume Julià. Fotos: T. Ayuga.

«Nos permitimos el lujo de estar una hora con un paciente o una familia que lo necesita», observa Conchi Rojas que destaca la importancia de los acompañantes y de los cuidadores en este espacio. «La gran diferencia con el hospital de agudos es el tiempo que se dedica a la familia». Jaume Julià lleva más de 15 años como médico de esta unidad y se jubila el miércoles de esta semana por lo que fue uno de los más vitoreados en la jornada de celebración. Él añade que deberían bajarse las ratios de pacientes por profesionales. Reconoce que a los tres años de trabajar en la unidad sufrió una depresión al tratar a los enfermos «siempre desde la carga de la mala noticia», por lo que aconseja que en el equipo haya confianza y humor y que se ponga en valor la importancia del trabajo frente al enfermo. «Luchamos contra el estigma de que se va a paliativos cuando no queda nada por hacer pero nos necesitan para sentirse acompañados», defiende.

En frente, Joan Santamaría asiente, «además hay una fuerza superior que es el agradecimiento que te muestran tanto pacientes como familiares», añade. En su unidad están familiarizados con la nueva ley de la eutanasia. Todos ellos han recibido formación en «un derecho necesario frente a un sufrimiento extremo», señala el doctor. Pero conocer no es solicitar y muchos pacientes se interesan por la eutanasia porque «al fin y al cabo, la información da control». A quien lo requiere se le informa de las posibilidades, de los detalles o de si está dentro de los preceptos. «Muchas veces sólo quieren tener información, porque la eutanasia es un acto valiente y difícil, para situaciones muy duras», añade.