Alfredo Vidal, junto al ascensor averiado de su edificio, en Son Gotleu. | Jaime Verd

Alfredo Vidal, de 54 años, vive en un cuarto piso de protección oficial en la calle Sant Fulgenci de Son Gotleu. El 9 de junio de 2020, cuando cogió el ascensor para subir a su casa, su vida cambió. «Se desplomó dos pisos conmigo dentro y nadie se hace cargo de mi accidente», cuenta el hombre, apoyado sobre una muleta, en el salón de su domicilio. Sufrió un traumatismo lumbar y un empeoramiento del tobillo izquierdo en el que tiene artrosis severa.

La vivienda está repleta de fotografías de su madre y de su hermana, que fallecieron en 2019 y 2022. Alfredo era el tutor de ambas mujeres, que estaban incapacitadas. En la comunidad tienen problemas desde que se instaló en 2017. Hace una semana que el ascensor del edificio se estropeó por enésima vez. «Dicen que hay una pieza y que la han pedido fuera. La presidenta me dijo que el Institut Balear de l’Habitatge (IBAVI), junto con los técnicos del ascensor, le comunicaron que tardarían un mes y medio en traerla».

Alfredo está desesperado porque no puede salir de su casa sin ascensor. «Necesito ir a unos médicos para que me hagan las curas del dedo gordo del pie derecho y estoy pendiente de hacerme un análisis de sangre para quitarme los arpones que llevo en el tobillo izquierdo». El hombre ha escrito una carta dirigida a la presidenta del Govern, Francina Armengol, para pedir ayuda. Está de baja desde 2007 cuando sufrió un accidente cuando trabajaba en la obra.

El ascensor de su edificio «está maldito», asegura Alfredo. «Al caerme se me soltaron unos arpones de una operación en la parte exterior del tobillo». Ahora se los tienen que retirar y está en lista de espera. A los pocos meses de desplomarse el elevador, Alfredo se quedó encerrado entre dos pisos. «Cogí claustrofobia», zanja.