Lis Valera es una catalana residente en Vilafranca de Bonany, tiene tres hijos y su marido es su mayor apoyo y el crítico más feroz. | Redacción Local

Lis Valera perdió a una amiga en una accidente de tráfico en la que ella era acompañante cuando tenía 17 años. El suceso marcó un antes y un después en su vida, «tras encontrarme con la muerte cara a cara, no fui capaz de seguir viviendo igual», explica. Del accidente surgió un trastorno de estrés post traumático y después una depresión que originó la bulimia, con la que convivió durante unos 15 años.

Ahora, y ya como experta en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), acaba de publicar La bulimia me salvó (Ediciones B), una catarsis personal y una guía para entender qué es y cómo salir de ello.

Desde el autoanálisis explica que por entonces «me agarré al vómito como una forma de supervivencia. La autolesión era mi forma de hacer tangible el dolor del alma». Para Liz Valera, «era más fácil distraerme con los kilos de mi cintura o de mi muñeca que poner el foco a sobrevivir a lo que me estaba ocurriendo».

La bulimia era parte de su forma de ser pese a que se puso en manos de profesionales e «hicieron lo que pudieron», sin embargo, «yo mentí mucho. Nadie sana un trastorno de alimentación si no quiere. Ya puede haber un ejército conteniendo o tratando de hacerte cambiar de opinión», lamenta.

Valera define los TCA como un síntoma de un problema de salud mental. En su caso era la forma de «hacer tangible el dolor emocional, como un distracción, un castigo o para obtener un permiso…». Escribiendo el libro entendió su trayectoria vista desde los ojos de la madurez de los 30 y se convirtió en el paso definitivo para la curación. «Fue muy heavy, tuve que hacer un análisis muy profundo para entender mi historia pero así encontré la razón por la que seguía vomitando», reconoce. «Incluso el lector podrá percibirlo».

Lis era incapaz de volver a ser la persona de antes del accidente, como le exigía todo su entorno. «Necesitaba que dejaran de pedirme que saliera a caminar cuando sentía que me habían partido las piernas», sabe ahora. Formada como dietista, empezó a indagar desde su propia experiencia, hasta sentarse frente al ordenador para poder confesar y enumerar «los pasos que he dado hasta llegar hasta aquí», el camino de la salvación.