Melba Levick en la sala de exposiciones de Formentera.

Melba Levick, californiana nacida en Sacramento y criada en Buffalo (Nueva York) viajó en 1968 a París y fue allí donde descubrió su vocación profesional. «Estaba todo el día en la calle haciendo fotos de lo que pasaba en ese momento», asegura refiriéndose a los hechos de mayo de ese mismo año, cuando hizo su primer viaje a Formentera. «Fue por casualidad, había ido a París para pasar un año pero conocí a algunas personas que me hablaban de que Formentera era una isla fantástica que tenía que descubrir y así fue, vine y quedé muy sorprendida», recuerda.
Levick regresaba cada año y pasaba una temporada en Formentera. Al principio en los alrededores de Sant Ferran, en las cercanías del molino de ses Roques. «La atracción de la zona y no la fama del molino a causa de la portada del disco More de Pink Floyd», dice riendo. No sería hasta mitad de la década de los ochenta cuando finalmente compró una casa en la Mola. Antes, Levick había pasado una temporada en Eivissa pero reconoce que no se sentía cómoda y que no era su sitio para vivir aunque, con el tiempo, ha hecho varios libros sobre la Pitiusa Mayor.
La exposición de Melba Levick es una parte muy especial de la historia de Formentera, es una mínima parte del ingente material que, a lo largo de los años hizo en la Isla. Son fotografías de la década de los setenta, todas ellas en blanco y negro. Levick no optó por el color, y lo hizo a regañadientes hasta mitades de los ochenta. Su fotografía captura la esencia del instante, la sombra que nubla el horizonte, esconde la cara o resalta el gesto. Ella misma lo define como «la historia de mi vivencia de hace cuarenta años, era el principio de mi vida como fotógrafa» y añade: «En París hacía fotos relacionadas con el arte y la arquitectura y aquí, en Formentera, hacía algo distinto, particular, personal, fotografiaba a la gente a los espacios».
En la muestra que presenta en Formentera Levick capta el momento, lo que predomina, la circunstancia, el gesto. «Es el tipo de fotografías que me gusta hacer y si se puede conjugar con la luz mejor. Trabajo mucho las sobras y eso que comencé a hacer desde el principio como fotógrafa no lo he olvidado y lo que ahora prefiero es viajar y hacer fotos de los instantes que capto viajando», asegura.
Casualidad
Como dato anecdótico Melba Levick explica que la génesis de la exposición es sumamente curiosa ya que se inició en una revista publicada en Formentera en la que aparecieron un par de fotografías suyas, antiguas y que habían sido cedidas por los personajes o familiares de los protagonistas. Tras un encuentro con Sabine Vergara (que junto a su marido, David, son el alma mater de la Sala d'Exposicions de l'Ajuntament Vell de Formenter) nació la petición de rescatar las imágenes que permanecían ocultas en sus cofres parisinos.

Fiel a la fotografía analógica
Comenzó, explicaba ayer Melba Levick, con una Olympus, cámara que se ve en una de las imágenes que se presentan en la muestra ya que un juego de espejos permite ver a la fotógrafa en el momento de hacer la foto. Luego se pasó a Nikon y desde entonces ha sido fiel a la marca, y durante muchos, muchos años trabajaba sólo con cámaras analógicas hasta que, y frunce el ceño como si reconociera un pecado inconfesable, «me pasé a la cámara, a la fotografía digital».
Pero el éxito de Levick en sus exposiciones parisinas o norteamericanas la lanzó a un mundo distinto el del color y su primer trabajo completo en color fue, justamente, sobre Formentera. Tras él varios sobre el resto del archipiélago. Fue así como se metió de lleno en el universo de los libros. Ha trabajado para publicaciones de arte, de arquitectura, diseño, interiores, viajes o mezclas de algunas de estas facetas trabajando para editoriales especializadas como Polígrafa o Rizzoli.