No por esperada, como era el caso, su muerte deja de ser un palo emocional también para los colegas del malogrado periodista y escritor ibicenco Xicu Lluy, con quien uno compartió escenarios laborales en diversos medios, y (más gratos) escenarios artísticos. Sobre todo y con especial énfasis el de la Mostra de Jazz.
Una muerte que trunca una trayectoria profesional bien plural y variopinta, como suele ser el periodismo en el ámbito local, donde uno tiene que tocar todos los palos que te echen. En ese sentido, siempre me llamaba la atención el entusiasmo que mostraba Xicu en su quehacer cotidiano, tan rutinario y pesadito a veces.
Como también era meritorio su sentido del compromiso social, identitario y político con su isla y con las causas que estimaba justas. Destacando en esa faceta su ardua, paciente y empecinada labor en el campo de la memoria histórica, para que el olvido no borrara casos y cosas que las nuevas generaciones deben saber, aunque sólo sea para evitar caer en la tentación de repetir los errores y crímenes de una historia que en tantas ocasiones lleva el marchamo de cainitas.
En la triste hora del adiós, pediría a alguna institución, editorial o lo que sea que a ver si pronto se pudiera publicar, como gesto de gratitud por su trabajo y su amor por el jazz, el libro que Xicu Lluy escribió sobre la historia del evento y que no pudo publicar por falta de apoyos.
Precisamente, la última vez que le vi fue en la última edición del Festival. Tomando una cerveza, me comentaba resignado que se consideraba ya de prestado en este oficio tantas veces ingrato de vivir. Ojalá su eternidad tenga una banda sonora del mejor jazz.