Mar Regueras se dirige de forma insinuante a su compañero de reparto en un momento de ‘La guerra de los Rose’.

«Una correcta alimentación que me ha permitido ponerme en forma y una agenda pequeñita en la que anoto todo», estos son los elementos imprescindibles que, según el actor Carlos Sobera (Baracaldo, 1960), le hacen falta para conciliar su vida familiar, su trabajo como actor y el de presentador de éxito en televisión con el programa Atrapa un millón. El vizcaíno interpreta hoy en una doble función, a las 20 y a las 22 horas, en Can Ventosa la obra de Warren Adler La guerra de los Rose junto a los actores Mar Regueras, Koldo Losada y Xabi San Sebastián. Esta historia, basada en hechos reales, narra la desintegración de un matrimonio perfecto sólo en apariencia. La obra permanecerá de gira hasta finales de año.

-Mañana regresan a Madrid, el suyo será un viaje relámpago.
-No nos va a dar tiempo de disfrutar de las maravillas de la Isla y mira que me fastidia. Además, como tenemos doble función no voy a tener tiempo ni de cenar. La segunda representación la voy a hacer rápida para poder ir a cenar. Si ven que corro es porque tengo hambre. Tenía ganas de volver porque me parece un lugar maravilloso. Me gusta mucho Vila y toda la costa. Es una delicia, un clima fantástico, gente maravillosa, se come de maravilla, como en toda España. Tenéis mucha suerte de vivir allí.

-El conflicto de la separación y las pugnas por la casa que describe esta obra, parecen estar de absoluta actualidad.
-Es algo muy de siempre que acompaña a la condición humana permanentemente. Creo que es una de las grandes bazas de la función, que el público, esté casado o no, reconoce todo lo que ocurre en la función como algo muy cotidiano, como algo que le ha pasado, o le ha pasado a sus padres, a alguien de su entorno o a unos amigos. Eso establece inmediatamente una relación de complicidad entre el público y los actores porque no les suena a algo nuevo.

-¿Cómo es su personaje?
-Es el típico hombre hecho a sí mismo que termina estando demasiado pagado de sí mismo. Esto, por un lado, le cierra en momentos determinados de su vida. Por otro lado, los hombres, emocionalmente hablando, son mucho más torpes que las mujeres y a veces dejan de lado cosas importantes como el cariño, el amor, el respeto o el trato de igualdad centrándose más en la posesión, el orgullo o el liderazgo. De alguna manera, maridos y hombres en general tienden a provocar frustraciones en sus parejas de las que no son conscientes. Y cuando estas frustraciones hacen que la mujer acabe tomando la decisión de acabar con esta situación, el sorprendido suele ser el hombre porque nunca ha comprendido que eso estaba pasando. El personaje pasa de ser un tipo estirado a ser un hombre superado por la situación y acabar convirtiéndose en un absoluto pobre hombre.

-Y cuando estalla el conflicto, él se niega a cederle la casa...
-Entre ellos se establece una lucha de egos y de incomprensión. Él se niega a entregarle la casa porque es una manera de no ceder y no sentirse abatido. Ellos hacen de la casa un emblema de la relación.

-¿Usted tiene algo que ver con él?
-No tengo nada que ver con él. Él y yo estamos en las antípodas. Yo soy hombre y, por lo tanto, emocionalmente soy torpe pero no tengo mucho que ver con él salvo quizás en los momentos finales de incomprensión, estupidez y abotergamiento (risas).

-¿Cómo es su relación con sus compañeros de reparto Mar Regueras, Koldo Losada y Xabi San Sebastián?
-Es excelente. A Koldo y a Xabi no los conocía y son dos actores magníficos que me asombran cada día. A Mar la conocía y no me sorprendió que fuera una excelente actriz y que domine la escena como lo hace. Hemos conseguido que haya muy buena relación entre los cuatro y la función es un ejercicio muy divertido para nosotros. Nos entendemos muy bien como amigos y como actores y todo fluye. Yo creo que eso el público lo nota y encaja a la perfección. Es un momento muy coqueto. Como actor hacía tiempo que no me sentía tan realizado y tan a gusto y salir al escenario se convierte en algo parecido a salir al patio a jugar. Es lúdico, didáctico, divertido. Es un momento de felicidad que se nota y se transmite al público.

-¿Cómo les ha recibido el público?
-Extraodinariamente bien. Además, en 2011, que es cuando la crisis se ha notado de manera brutal, hemos ido a taquilla a muchos Ayuntamientos que no tienen la capacidad de sostener economicamente la contratación de funciones, que supone un riesgo. La respuesta de la gente ha sido excepcional porque hemos llenado en casi todos los sitios. Nosotros íbamos a hacer una sola actuación y aquí hemos tenido que repetir, algo que te transmite un mensaje de subidón porque significa que la gente te quiere ver y que está ansiosa por divertirse contigo. Los profesionales en el fondo lo que queremos es compartir nuestro trabajo con la gente así que vamos a Eivissa como una moto. Teniendo en cuenta que la gente lo está pasando mal y que establece otras prioridades, tiene un valor añadido que te elijan y que paguen por verte.

-¿Cuál es su secreto?
-El gran secreto es que disfruto con mi trabajo como un enano, lo llevo en la sangre, me lo paso muy bien y, lejos de ser un sacrificio, es un placer. Estamos muy contentos y agradecidos de que el público nos elija a nosotros entre todas las posibilidades de ocio que hay.

-Y, entre usted y yo, ¿lo de Remedios Cervantes en el programa ‘Atrapa un millón' fue una inocentada?
-Salió publicado el día de los inocentes pero el programa se emitió la víspera. Fue un impulso que ella tuvo, que le costó un disgusto pero que, al final, se quedó en una anécdota divertida.

-Fue uno de los momentos más comentados de las Navidades.
-Fue tremendo, yo no me esperaba semejante repercusión. Pero bueno, es estupendo y maravilloso que lo que pasa en el programa llegue a tanta gente.

«Vivimos en un Estado tutelante»
Carlos Sobera es licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, título que obtuvo mientras participaba en un grupo de teatro. Años más tarde comenzó a dar clases de Derecho en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad del País Vasco, donde ejerció durante diez años. «Fue una etapa preciosa y siempre digo, con la mano en el corazón, que aprendí mucho de mis alumnos, más que ellos de mí, sin duda», asegura y agrega: «Donde más aprendí como comunicador para estar delante de una cámara o sobre un escenario fue en una tarima, frente a mis alumnos, en la Universidad».
Como experto en Derecho asegura: «Estamos viviendo una época de mucha limitación y mucha prohibición. En democracia, vivimos en un Estado tutelante, incluso más que el antiguo Estado franquista». Asimismo, subraya que: «Escudándose en la defensa de los derechos de los ciudadanos, nos ponen límites en todos los sentidos y restringen muchas libertades individuales. Hay una cierta falta de respeto administrativa hacia los ciudadanos y los ciudadanos tendremos que luchar por recuperarlos».