Las autoridades en la planta baja sobre la cristalera que crubre los restos arqueológicos.

Se respiraba el ambiente de las grandes ocasiones. La que durante años fue la puerta de atrás del Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE) resucitó ayer de un modo rotundo al convertirse por primera vez en el acceso principal al recién remodelado edificio, que abrió sus puertas tras cinco largos años de obras para convertir en realidad lo imaginado sobre el papel por el arquitecto Víctor Beltrán.

Frente a las puertas de cristal se encontraban autoridades como la alcaldesa de Vila, Marienna Sánchez-Jáuregui; el presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Serra; la subdirectora general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, Begoña Torres; la directora general de Cultura del Govern, Isabel Cerdà, o la consellera de Cultura de Eivissa, Pepita Costa. Pero también miembros de la comunidad artística. Allí estaba el pintor mallorquín Miquel Barceló, también protagonista de la inauguración; Erwin Bechtold, Gilbert Herreyns, Jean Willi, Carles Guasch, María Catalán, Boned Vallribera, y Pedro Hormigo, entre muchos otros.

En el momento en el que oficialmente se abrieron las puertas, el conjunto de metal del Patronat Municipal de Música d’Eivissa interpretó desde las escaleras de acceso a la planta superior recibió a los asistentes con la pieza Echos, de Jean Baptiste Lully, mientras las autoridades se situaban para iniciar el acto protocolario de la inauguración.

Sánchez-Jáuregui fue la encargada de abrir los parlamentos y definió el nuevo MACE como «un proyecto imprescindible para el desarrollo y crecimiento de la ciudad». Para la alcaldesa, que glosó la historia de la institución museística desde sus inicios, catalógo el museo como «magnífico, maravilloso y mágico» y felicitó al arquitecto Víctor Beltrán por haber logrado «cohesionar magistralmente contenido y continente». Además, la primera edil, que consideró que la isla de Eivissa tiene «factores de excepcionalidad únicos como su Patrimonio de la Humanidad», en el interior del cual se halla el MACE, extendió sus agradecimientos «al anterior equipo de gobierno» de Vila, bajo el mandato del cual se puso en marcha la remodelación del museo.

«Una alegría»

Por su parte, la subdirectora general de Bellas Artes señaló que «inaugurar un museo es una alegría y más en estos tiempos de crisis». Igualmente, Begoña Torres manifestó su esperanza de que el museo suponga «un crecimiento de visitantes de tipo cultural para la isla». La representante del Gobierno en el acto criticó el que en España existan «demasiados museos sin contenido», aunque se apresuró a asegurar que el de Eivissa «no era el caso», al mismo tiempo que le auguraba «un éxito tremendo».

El turno de parlamentos institucionales fue clausurado por el presidente del Consell d’Eivissa, que calificó el MACE de «espacio emblemático para la ciudad y la isla» tras recordar que el museo precisaba de «un edificio a su altura» y expresar su esperanza de que sea «un atractivo potente para nuestros visitantes». Asimismo, Serra enfatizó la colaboración entre administraciones para poder llevar a buen puerto el proyecto, ya que «una sola no hubiera podido hacerse cargo de la reforma». El presidente del Consell finalizó su discurso con el deseo de que el museo sea «un punto de referencia para la cultura» y la mención de las distintas balearidades que encarnan el ya fallecido Barry Flanagan y Miquel Barceló, protagonistas de la primera exposición del nuevo MACE.

La comitiva oficial inició entonces un recorrido por las diversas salas del inmueble, comenzando por los dos espacios abovedados en los que se presenta la exposición Extremos, integrada por los fondos del propio museo.

Allí se produjo uno de los discursos más esperados, el de la directora del MACE, Elena Ruiz Sastre, quien lleva 22 años al frente de la institución y que reconoció «estar temblando» pese a ser «un día de fiesta». «Hay una implicación personal muy grande», se excusó. Y Ruiz Sastre tiró de metáfora para definir su modo de entender la museología, comparándola con los barcos que llegan al puerto de Eivissa y que contempla desde su casa. «Veo como se aproximan al muelle y como maniobran, con precisión, lentos... Esa medida es muy importante cuando los proyectos son a largo plazo». «Creo en una museología lenta, tiene que calar», añadió.