El escritor mexicano Carlos Fuentes, en una imagen de archivo. | Efe

Este verano, las Converses Literàries de Formentor no contarán con el escritor Carlos Fuentes, el impulsor de su recuperación. Ayer, el Ministerio de Cultura mexicano anunciaba la muerte del escritor, a los 83 años, en el hospital Ángeles de Pedregal de Ciudad de México de una hemorragia masiva. Precisamente, anteayer, la Universitat de les Illes Balears le nombraba doctor ‘honoris causa’.

Además de su relación con los citados encuentros literarios, el autor de La silla del Águila estuvo muy ligado a Mallorca, donde tenía amigos y veraneó en los últimos cincuenta años. Por ejemplo, en 2002, ofreció una conferencia multitudinaria en Pollença bajo el título Globalidad, localidad: realidad y legalidad. Precisamente, este 2012 iba a presidir el jurado que otorgará el Premio Formentor de las Letras, que él recibió el pasado año. Fuentes, novelista, ensayista, que también fue profesor y conferenciante, era una persona muy implicada con todo lo que sucedía en Latinoamérica a nivel social y político y llevaba una vida literaria muy activa. En la pasada Feria del Libro de Buenos Aires dijo en una entrevista con El País que había finalizado un libro, Federico en su balcón, y que comenzaba a escribir El baile del centenario. También ha dejado escrito el ensayo Personas.

El que fuera Premio Cervantes (1987) y Príncipe de Asturias (1994) había nacido el 11 de noviembre de 1928 en Ciudad de Panamá, pero la profesión de su padre, diplomático, le llevó a México. Él mismo representó a éste país como embajador en Ginebra ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) entre 1950 y 1951 y también fue embajador en París en los años 70, pero dimitió en protesta por el nombramiento como primer embajador de México en España de Gustavo Díaz Ordaz, a quien responsabilizaba de los sangrientos acontecimientos de la Plaza de las Tres Culturas, de Tlatelolco (2 octubre 1968).

En su narrativa hay un propósito de analizar su ciudad, su país y su civilización. De ahí su visión crítica del mundo, a través de collages, referencias, analogías o citas, donde la reflexión y la poesía, la erudición y el sentimiento, responden a un interés crítico para con su sociedad y su tiempo. Terra Nostra, que le dio a conocer internacionalmente y le supuso el Premio Rómulo Gallegos, La Muerte de Artemio Cruz o Gringo viejo son otras de sus novelas más conocidas.