Como muchas otras personas, Justine Pellerin llegó a Eivissa de la mano de su familia, siendo aún una niña, para veranear primero en Sant Josep y un tiempo después en Santa Agnès. Con el paso de los años, la isla ha ido cambiando, pero aquellos recuerdos de sus primeras experiencias en Eivissa seguían en la mente de Pellerin, quien ya trabajaba en el sector audiovisual en París. Poco a poco, la idea de un documental sobre la Eivissa más desconocida, la que se mantiene alejada del bullicio del turismo y el verano, fue tomando forma. En 2004, Pellerin comenzó a grabar en las zonas de Sant Miquel y Corona y ahora, ocho años después, presenta esta tarde a las ocho el resultado, Eivissa, terra endins, en el Teatro España de Santa Eulària, en un acto organizado por el Institut d’Estudis Eivissencs.

Pellerin habla con pasión de la Eivissa que ha retratado a través del documental, «una isla más allá de mis recuerdos de infancia —reconoce— en la que descubrí que había una lengua propia que viví como un segundo descubrimiento de este lugar». Y, aunque duda ligeramente, finalmente afirma que la Eivissa rural que ha registrado «está en peligro». E igualmente agradece el trabajo de muchas personas que han colaborado en el proyecto, como Eli Moreto, que la auxilió al ejercer de traductora durante las entrevistas con los participantes en el documental, o como su colaboradora, Sara Dauge.

El primer montaje

En 2006 acabó con las grabaciones y llevó a cabo un primer montaje, de algo más de una hora, que presentó para intentar obtener ayudas que le permitieran subtitularlo y finalizarlo, pero éstas no llegaron. «Es un trabajo hecho de la A a la Z sin apoyo económico», se lamenta Pellerin. «Hay una tarea de traducción que es muy importante. En la actualidad está subtitulado en francés e inglés, pero aún no se ha podido hacer en castellano, para la que todavía buscamos financiación». El montaje definitivo que se presenta hoy, en catalán, tiene una duración de 48 minutos.

Los esfuerzos de Pellerin se vieron recompensados tras estrenar Eivissa, terra endins en un cine de arte y ensayo en París y lograr una buena acogida entre el público. «La gente no podía imaginarse que lo que habían visto era Eivissa, que había otra isla más allá de las discotecas y las construcciones modernas. Esa es la imagen que tienen y muchos creen que la isla está muy dañada». Con el documental, relata, «descubren una isla muy diferente, en el interior, con una vida y una cultura muy rica». Una cultura rural que Pellerin cree que es común en casi todo el mundo. «Los lugares son distintos, las tierras y los cultivos también, pero no el espíritu, y al filmarlo se despierta la memoria colectiva y se activa el recuerdo de la vida del payés, en el campo».

Desde el Institut d’Estudis Eivissencs apuntan a que Pellerin «consigue hacer un retrato del a fascinante vida interior de la isla, alejada de los tópicos habituales, y muestra la auténtica cultura ibicenca, que demasiado a menudo permanece desconocida por la avalancha de turistas que nos visitan».