El escritor, editor y actual director adjunto del Institut Ramon Llull, Àlex Susanna, será el encargado de presentar Llocs viscuts, la obra póstuma de Marià Villangómez editada por el Institut d’Estudis Eivissencs (IEE), en un acto que tendrá lugar en la Sala de Cultura de Sa Nostra de Vila el próximo día 14 de junio a las ocho y media de la tarde.

En Llocs viscuts se compilan los recuerdos de Villangómez, reconstruyendo hechos, ambientes y vivencias del escritor entre los años 1928 y 1972, época en la que tuvieron lugar acontecimientos que se reflejan en el libro, como la dictadura de Primo de Rivera, la llegada de la República, la Guerra Civil en Eivissa o la posguerra en Mallorca.

Además, el volumen incluye capítulos dedicados a Sant Miquel y ses Salines y se hace patente, señalan desde el IEE, «la omnipresencia de Vila, el lugar al que siempre vuelve el autor, en todas las épocas que cubre el libro». La publicación de esta obra permite, apuntan, «asistir a un proceso apasionante: la formación, la iniciación y la plenitud de un gran escritor».

Para lograr que Llocs viscuts llegue a las librerías, el equipo de colaboradores que trabajó junto a Villangómez en la edición de El llambreig en la fosca ha trabajado durante los dos últimos años, periodo en el que a Joan Cardona, Felip Cirer, Josep Marí y Fina Matutes se unió el encargado del Arxiu Marià Villangómez, Antoni Ferrer Abárzuza.

Partiendo de un índice manuscrito de un libro que se iba a titular Els llocs viscuts, este equipo se hizo cargo de los capítulos que pudieron recuperarse de dicho índice, incluido Primers indrets del camí, que fue incluido en El llambreig en la fosca.

El modo de trabajar

Para el trabajo de edición, el grupo responsable de Llocs viscuts contó a su favor con el hecho de conocer la manera de trabajar de Marià Villangómez y ha procurado mantener la máxima fidelidad respecto a las redacciones originales.

Desde el IEE se señala que los capítulos ya redactados «estaban en una fase de elaboración bien avanzada, aunque no se puede asegurar que la versión que ahora se publica hubiera sido la definitiva». Lo que sí parece quedar claro al ver los manuscritos, con las correcciones en los pulcros textos escritos a mano o mecanografiados es que Villangómez «había trabajado mucho y que, al menos en una primera fase o a falta de una revisión final, daba por buenos los resultados».