Joaquín Reyes, en una imagen promocional de su espectáculo ‘Soy especial’

Puede que, como afirma, llegara al mundo de la comedia por azar, pero Joaquín Reyes (Albacete, 1974) se ha convertido en uno de los referentes del humor en nuestro país gracias a su faceta como monologuista y a programas de televisión como La hora chanante o Muchachada Nui, donde, junto a actores como Ernesto Sevilla y Raúl Cimas, ha dado rienda suelta a una visión absurda de la realidad que nos rodea. Esta noche, llega al escenario de Can Ventosa para presentar su monólogo Soy especial.

—¿Con la que está cayendo, es el humor más necesario que nunca?

—Hombre claro, creo que la gente necesita olvidarse y evadirse. Es más necesario que nunca con la que está cayendo. O eso o drogarse. Y al menos es legal y no deja efectos secundarios, la comedia quiero decir.

—¿Cómo definiría el espectáculo que ofrecerá en Eivissa?

—Es un recorrido vital. Hablo desde mi infancia hasta mi edad madura, de mi familia, de mi padre, de la televisión, de las cosas que me han influido, de mi mujer, del trabajo. Es un poco un resumen chinabesco de mi propia existencia.

—¿Es fácil reírse de uno mismo?

—Creo que el cómico tiene que situarse por debajo para que el público le permita decir según que cosas. Me parece que hay que empezar riéndose de uno mismo para que luego puedas tirar en otras direcciones.

—¿Dónde están los límites para el humor? ¿La crisis es un buen filón, por ejemplo?

—La crisis prefiero no mencionarla. Es un tema que me da mucho bajón. Prefiero hacer reír con otras cosas. No obstante, hay programas, sobre todo de sátira política, que funcionan muy bien y hacen humor sobre la crisis, que creo que además es bueno. Pero yo no lo hago.

—Dibujante de cómics en un inicio, ¿cómo terminó en el mundo del humor televisivo?

—Empecé en la ilustración y el diseño gráfico. Por una cuestión de puro azar un amigo mío de la carrera trabajaba en Paramount Comedy y me dijo que estaban buscando a cómicos noveles. Un poco como sigue haciendo ese canal todavía. Fui a hablar con los jefes, hice algún monólogo y surgió La hora chanante, pero nada fue planificado.

—¿Le molesta o le halaga que le consideren el abanderado del ‘humor manchego’?

—No está mal ponerle etiquetas cosas. Nosotros somos manchegos y nos dedicamos al humor, así que no es descabellado decir que hacemos humor manchego. En nuestro humor buscamos darle la vuelta a las cosas y utilizar el absurdo, pero también hemos hecho humor con rasgos de La Mancha; y no es que lo asumamos, es que estamos muy orgullosos.

—Viene un poco en los genes...

—Claro, es que también somos un poco pesados con que venimos de La Mancha y entonces la gente dice: ‘claro, esto es humor manchego’. Aunque aún no sabemos exactamente qué es el humor manchego. Pero, como decía antes, sí hemos hecho humor con rasgos de La Mancha.

—¿Dónde cree que reside el éxito de su fórmula?

—Es una mezcla de cosas como de toda la vida con la búsqueda de unos referentes nuevos. Había una generación de muchachos que querían reírse con otra cosa y en ese momento aparecimos nosotros y les gustamos. Llenamos ese hueco. También hay un aspecto generacional en nuestro humor y en la gente que lo sigue.

—En ese sentido, ha conseguido que una buena parte de la iconografía de los ochenta, que supongo es la que le marcó, vuelva a la actualidad para una generación que ni había nacido por aquel entonces.

—Está, por una parte, el público de nuestra edad, que lo conoce bien, y luego el público joven, que no lo ha vivido pero que le llama la atención y le parece divertido. Al final lo coge como algo novedoso.