Ultimos retoques en la espiral de la Sala de Armas. | pep tur

Una gran espiral de sal y arena ocupa la mayor parte de la Sala de Armas del Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE). A su alrededor, la reflexión sobre la vida y la muerte que la artista Isabel Echarri inaugurará esta tarde (19,30 horas) genera una sensación envolvente que lleva hacia un único punto, aquel en el que se encuentran el principio y el final, la vida y la muerte, el blanco y el negro: el ajedrez como gran metáfora de la existencia. Vida y muerte, formada por obra reciente de la artista (la obra más antigua es del año 2008), ocupará la sala superior del MACE hasta el próximo 5 de marzo.

«Creo que hay muchos significados que pueden extraerse de la instalación. No es inocente y produce sueños, que quizá son un síntoma de que cuando el arte tiene significados, y establece su principio en el hecho de que es comunicación, funciona y lo hace perfectamente», señaló ayer Elena Ruiz Sastre, directora del MACE, que presentó la exposición junto a la artista y a la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Vila, Lina Sansano. Esta última se congratuló por poder inaugurar en el museo una nueva exposición temporal montada «majestuosamente». Asimismo, la responsable del área de Cultura de Vila quiso agradecer a Salinera ESpañola S.A. su colaboración y aportación a la muestra.

Echarri, que quiso dejar que fuera la propia obra la que hablara por ella, siguió con atención las palabras de Ruiz Sastre sobre Vida y muerte y cómo ésta relató que esta exposición «ha sido un trabajo acariciado desde hace tiempo». La directora del museo recordó que le expresó a Echarri su deseo de que la artista «se implicara en la nueva etapa del museo, como ya hizo en 1999 en l’Hospitalet».

Alegoría

Entonces, la artista, que reparte su tiempo entre Formentera y París, presentó en Eivissa Alfa y Omega. «Fue una disgresión sobre un principio y un fin, dos extremos que siempre parecen estar presentes en su obra —reflexionó Ruiz Sastre—. Ahora con Vida y muerte nos refiere de nuevo un principio y un final, una alegoría que se va desgranando en pequeñas metáforas desde la idea general que establece el tablero de ajedrez como elemento, como espacio de libertad donde las piezas son a su vez metáforas de nuestras propias actitudes ante las situaciones que nos requiere la vida».

Al referirse a los cuatro trazos, dos de sal y dos de arena, que dan forma a la espiral central, Ruiz Sastre los relacionó con los cuatro lados del tablero de ajedrez. «Cuando el tablero se disuelve simbólicamente lo hace a través de este vórtice, un giro latente en forma de espiral que también es un laberinto. Un elemento que ya estaba presente en el crucero de las catedrales góticas, como un espacio que invitaba a pasear y a pensar en cuestiones trascendentes como son, por ejemplo, la vida y la muerte. Así, la sal es la metáfora del blanco y la arena del negro». Precisamente, en esa arena la artista ha dejado la huella de sus pisadas para que Echarri, en palabras de la directora del MACE, «nos lance un señuelo para que sepamos qué se puede hacer a través de la contemplación de esta espiral».