Bartomeu Marí, en una de las salas del Museu d’Art Contemporani d’Eivissa. | P.Tur

Bartomeu Marí (Sant Josep de sa Talaia, 1966) dirige en la actualidad en Museu d’Art Contemporani de Barcelona (Macba), institución responsable de la exposición La utopia és possible, que recupera lo ocurrido en Eivissa en el año 1971 con motivo del congreso internacional de diseño (ICSID) celebrado en Sant Miquel. Licenciado en Filosofía por la Universitat de Barcelona, Marí encaminó pronto su vida profesional hacia la cultura. Ha sido comisario en la Fondation pur l’Architecture de Bruselas (1989-1993), trabajó en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) entre 1993 y 1995 y, un año después, se dirigió a Rotterdam para dirigir el centro de arte contemporáneo Witte de With, cargo que ejercería hasta 2002. Tras un paso por el País Vasco, llegó al Macba en 2004 como responsable del departamento de exposiciones bajo la dirección de Manuel Borja-Villel. El 14 de abril de 2008, tras un concurso internacional al que se presentaron 16 candidaturas, fue nombrado director del museo tras la marcha de Borja-Villel al Museo Reina Sofía de Madrid.

Marí opina que la misión de la institución que dirige es «contar la historia del arte contemporáneo desde nuestra perspectiva geocultural», un objetivo para el que cree imprescindible la participación de la universidad y mantener un diálogo constante con la sociedad. Entre sus proyectos de futuro se encuentra el de producir una gran exposición sobre los orígenes del arte abstracto.

—Debe ser una satisfacción muy grande ser el director del Macba, haber producido una exposición sobre un hito que aconteció en la Isla y finalmente traerla al Mace.

—Es una satisfacción múltiple porque implica no sólo una cuestión personal, sino sobre todo profesional, por devolver al lugar de los hechos todo aquello que la exposición muestra, contiene, dice, propone y explica, por decirlo de algún modo. Por otra parte, descubrir un Mace ampliado y tan elegante también es muy agradable. Y, evidentemente, poder explicar cómo el arte contemporáneo, la arquitectura y el diseño forman parte de esas cosas que nos cambian la vida y que nos permiten imaginar que el mundo podría ser distinto a cómo es también es una de las principales satisfacciones de acontecimientos como éste.

—El Macba trabaja actualmente en una línea que intenta unir la arquitectura, el arte contemporáneo y el diseño en una especie de interrelación. ¿El ICSID ya tenía mucho que ver con esta idea, con este concepto?

—Sí, porque fue el momento en el que se vio que históricamente el arte contemporáneo se puede explicar desde nuestra perspectiva del sur de Europa. El ICSID demuestra que el arte, la arquitectura y el diseño, pero también el cine o la poesía, no pueden separarse. Normalmente, la historia del arte contada desde centroeuropa y Estados Unidos nos dice que el arte se comporta a través de géneros que están separados unos de otros. Se busca la pintura pura, la poesía pura, la arquitectura pura y lo que nosotros podemos decir es que nuestra modernidad, la manera en la que hemos entrado en el siglo XX y en el XXI, está compuesta por géneros híbridos. No podemos entender el arte contemporáneo sin entender la aportación de la arquitectura, el diseño, el cine... pero no como géneros artísticos, sino como prácticas artísticas. Y estas prácticas artísticas no han estado aisladas. Lo que nos dice la exposición del ICSID es que en los años setenta ya era muy natural que artistas, diseñadores y arquitectos estuvieran trabajando juntos en cosas que aún no tenían nombre; y eso es muy importante porque de algún modo aquel momento escribe historias y da nombre a cosas que todavía no lo tenían. Ese es el reto, o la necesidad, de instituciones como los museos: ir dando nombre, ir bautizando entidades que después nos dirán que el mundo puede ser diferentes de cómo es.

—Hace pocas semanas fue ratificado como director del Macba para los próximos cuatro años. ¿De qué modo definiría su primera etapa al frente del museo?

—La primera fase comenzó siendo una fase de expansión. En el año 2008, cuando me nombraron, veía un Macba que no había completado su ciclo vital y que aún podía crecer. La realidad es que, a partir de 2009, el Macba es un museo que se encoge y que pasa por una realidad económica muy adversa que hace que nos tengamos que adaptar a un nuevo contexto económico. Esta adaptación, que en algunos casos ha sido dolorosa, ha sido una transformación en la que tenemos que aprender a trabajar de una manera diferente, pero también a existir como institución financiándonos de otro modo. En estos momentos, para los próximos años, tenemos que consolidar esta transformación, sacarle fruto. Ese es el resumen de estos años.

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