El músico catalán, en una imagen promocional. | L.E. LARREY

La viola de gamba es para Jordi Savall (Igualada, 1941) un aliado sobre el escenario. Un socio que recuperó para no dejarlo morir. Un escudero fiel. Junto a ella recalará el 19 de agosto, a las 21,30, en el Palau de Congressos de Santa Eulària, desde donde ofrecerá el programa La Reveuse (la soñadora): la viola de gamba en el tiempo de Marin Marais y de Mr. de Sainte-Colombe.

—¿Cuándo se empezó a interesar por la viola de gamba?

—Cuando empecé con el violonchelo, en el año 1957, descubrí piezas que eran originales para viola de gamba. Al acabar mis estudios, nueve años más tarde, me di cuenta de que la viola de gamba es un instrumento muy interesante y decidí darlo a conocer, ya que no lo tocaba prácticamente nadie.

—¿Por qué nadie lo tocaba?

—Porque es un instrumento barroco que no encajó dentro de la evolución de la música de orquesta.

—¿Cuál era el motivo por el que no encajó?

—Es muy especializado en músicas muy dramáticas. También es intimista, suena mejor cuando tocas solo.

—Siempre ha tenido interés en la recuperación de instrumentos antiguos.

—Durante años hemos pensado que lo nuevo es mejor que lo antiguo, que Mozart era más interesante que Bach, Beethoven más que Mozart... Ahora entendemos que no. Beethoven no es más interesante que Bach.

—¿A qué se debe esta tendencia a creer que lo nuevo es mejor?

—Cada progreso implica que perdamos otras cosas. Tenemos que recordar que la música viva sólo existe cuando alguien la canta.

—¿La música moderna ha desplazado a la antigua?

—No. La música antigua se ha ido recubriendo por las capas de música sucesivas que han ido viniendo. Hasta que nos hemos dado cuenta de que cada época tiene una música única.