La muestra se inaugura hoy en la sala para exposiciones temporales y ayer fue presentada a los medios de comunicación.

Durante una década, entre 1978 y 1989, el Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera gestionó la Casa de la Cúria como sala de exposiciones y en ella exhibió la obra de diversos artesanos establecidos o vinculados a las Pitiüses. En aquel tiempo, los protagonistas de las exhibiciones cedían voluntariamente una o más piezas de sus muestras al museo, que con el paso del tiempo fue reuniendo una colección que daba testimonio de aquella actividad. Casi un cuarto de siglo después de que tuviera lugar la última de aquellas exposiciones, el Museu Monogràfic de Puig d’es Molins inaugurará esta tarde a las ocho El somni de l’illa blanca. Vides artesanes a Eivissa, una iniciativa que recupera aquellas obras y las reúne en la sala de exposiciones temporales de la institución, en la que permanecerá hasta el mes de abril y que podrá visitarse con el mismo horario del museo, de 09,30 a 15,00 horas de martes a sábado y los domingos de 10,00 a 14,00 horas.

«Las exposiciones se celebraban entre Semana Santa y el final del verano y al principio tuvieron mucha fuerza, pero con el tiempo fueron decayendo», explicó ayer el director del Arqueològic, Jordi Fernández, quien presentó la exposición junto a Elena Jiménez, restauradora del museo. «Ese mundo ya ha desaparecido —se lamentó Fernández—. Aún quedan algunos artesanos muy buenos trabajando aquí, pero muchos se han marchado de las Islas, varios ya no se dedican a ello y hay otros con los que no nos hemos podido poner en contacto».

La pequeña sala del Monogràfic que acoge la exposición se encuentra en la segunda planta del museo y en su interior diversas vitrinas muestran el trabajo de aquellos años en una gran variedad de estilos, técnicas y materiales. De las paredes cuelgan tapices y batiks junto con trabajos en vidrio y metal. Repasar la lista de artesanos y sus nacionalidades da la medida del atractivo que las Pitiüses tuvieron para este tipo de actividad, que, de hecho, dio pie a la creación de mercadillos alternativos en lugares como es Canar, Sant Miquel, el puerto de Vila o la Mola, en Formentera, hoy mundialmente conocidos y un foco de atracción del turismo.