El escritor Ray Loriga ha decidido afrontar «la labor más difícil del mundo» en su última novela, 'Za Za, emperador de Ibiza' (Alfaguara): hacer reír al lector y, de paso, invitarlo a reflexionar acerca de la «absurda idea de ser felices».

«Tenía la necesidad de reírme escribiendo, aunque la broma no tuviera ninguna gracia, tal y como está nuestro mundo», ha declarado el escritor este miércoles durante una entrevista concedida a Europa Press.

Loriga (Madrid, 1967) arranca esta historia con la vida de un exdealer retirado desde hace años, con una plácida vida, y que al ser confundido con un creador de una sustancia «prodigiosa» a punto de arrasar en el mundo se aprovecha de la circunstancia.

¿Dónde localizar una historia así? Loriga no lo duda: tiene que ser Ibiza, un «banco de pruebas de las nuevas fantasías neuroquímicas», pero también un lugar que conoce bien, en el que pasó su infancia y parte de su juventud.

Las drogas son solo una excusa y un conducto hacia lo que realmente importa en estas páginas. «La intención era hablar de esta absurda idea y ese empeño que nos ha dado por ser felices, como si eso fuera posible», indica.

Al lector, pues, le entrará una «risa que se congela», ya que no sabrá realmente de qué se está riendo. «Como diría el escritor Foster Wallace, es una broma infinita y en este caso casi macabra», apunta.

FELICIDAD Y EUFORIA

Como si fuera imposible no hablar de ello, Loriga recalca que la aparente felicidad que hemos mostrado antes de la crisis ha salido «muy cara» y en ocasiones ha sido confundida con la «euforia». Precisamente, ese es el motivo por el que en esta novela se adentra en el terreno de las drogas, como metáfora de esa confusión entre felicidad y euforia. «Recordamos tiempos eufóricos, y no sé si tan felices», añade.

Ray Loriga ha dirigido y escrito 'La pistola de mi hermano' y 'Teresa, el cuerpo de Cristo', ha colaborado en el guion de la película de Pedro Almodóvar 'Carne trémula' y es autor del guión de 'El séptimo día', de Carlos Saura.

Sin embargo, Loriga no se siente parte del pronombre «nuestro» cuando habla de cine, porque no le gusta hablar de sectores como si formara parte de ellos. «Me aburre que alguien que haya hecho mucho o poco cine hable de 'nuestra' situación. Además, creo que a la gente le aburre soberanamente este discurso», subraya.