Fue a finales de los 70, si mal no recuerdo, que mi memoria no anda ya muy fina. Por entonces, Paco de Lucía ya había grabado su hiperfamoso Entre dos aguas y acompañado al gran Camarón en algunos de sus mejores discos juntos. Por lo tanto, era ya toda una figura reconocida del flamenco.

Paseando cerca de casa, me sorprendió una tarde de verano ver anunciado un concierto suyo en una discoteca que había frente al hotel Mare Nostrum de Platja d’en Bossa. No recuerdo su nombre, estaba en un sótano y luego tuvo ambiente latino. Ya no existe.

Por supuesto, el notición me encantó y allí que me planté. No podía perderme la oportunidad de gozar del arte del guitarrista andaluz en mi propio vecindario. Pero cuál no sería mi sorpresa al ver que éramos cuatros gatos los que disfrutamos de la extraordinaria velada. ¿Eran caras las entradas, no se promocionó como merecía el que, supongo, sería el primer concierto en Ibiza de Paco de Lucía? Tampoco recuerdo esos detalles; pero sí que salí bastante indignado de la sala y enfadado con la falta de gusto y sensibilidad musical de esta isla.

Creo que no volvió más. El que sí lo hizo, al menos dos veces, fue su compadre Camarón, acompañado ya por Tomatito. Pero esa es otra historia; por cierto que su segunda actuación, con más sombras que luces, fue un desastre de organización que cabreó al maestro.

Hoy lo que importa es que el flamenco en particular y el arte en general está de luto por la pérdida, súbita, como el rayo, del enorme guitarrista que fue Paco de Lucía, todo un príncipe andaluz universal. Larga vida a su arte inmortal.