La escritora Ángeles Caso durante su intervención, ayer, en la Sala Capitular. | (c) Sergio G. Canizares

«Qué duro es hablar de nuestra Concha en pasado». Así se expresaba ayer la escritora y periodista Ángeles Caso en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Eivissa en la entrega del título de Hija Adoptiva de la Ciudad, a título póstumo, a la periodista Concha García Campoy, fallecida el pasado año. Un acto sencillo que contó con la presencia de la familia, a la que representó su hijo mayor, Lorenzo Díaz, al recoger la distinción y el diploma de manos de la alcaldesa Pilar Marí.

A los acordes de la pieza Arioso, de Bach, interpretada por el violinista Santiago Boned Bufí y el guitarrista Volker Schmitz, hicieron entrada en la Sala Capitular los miembros de la corporación municipal junto a Ángeles Caso y Lorenzo Díaz. La alcaldesa fue la encargada de abrir el acto señalando que Concha se encontraba «presente más que nunca» entre los ibicencos. Según Marí, la periodista «ha representado como nadie el carácter ibicenco: sencillo y abierto al mundo» e «hizo más grande a Eivissa, algo que la ciudad le reconoce y agradece».

A lo largo de su intervención, Marí recordó cómo García Campoy declaró en más de una ocasión que se sentía ibicenca a pesar de haber nacido en Terrassa. «Es mi patria, aquí tendré siempre mi casa», dijo la alcaldesa citando a la periodista, quien siempre sentía «la necesidad de ver el mar».

La emoción llegó de la mano de Ángeles Caso, amiga y en ocasiones compañera de trabajo de García Campoy, a la que catalogó de «inolvidable e insustituible». «Qué difícil me resulta recordar los muchísimos méritos de Concha sin que ella esté aquí para escucharme», dijo la escritora antes de relatar una carrera profesional que abarcó el periodismo escrito, televisivo y radiofónico. «Amó el periodismo y apreció el riesgo», apuntó para ilustrar su paso por una infinidad de medios de comunicación, «y convirtió lo que hizo en sinónimo de calidad y éxito». Pero Caso no dejó de relacionar esa carrera periodística con la «maravillosa manera de relacionarse con los demás» de García Campoy. «Tenía una naturalidad asombrosa y humildad de la buena, no de la falsa, para recibir los halagos».

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