La ibicenca Marta Torres posa junto a uno de sus últimas obras. | (c) Sergio G. Canizares

El 27 de julio de 1994 una joven ibicenca de nombre Marta Torres inauguraba su galería de arte en un lugar envidiable, el número 1 de la calle Conde de Roselló, en pleno caso histórico de Vila. Hoy, veinte años después sigue al pie del cañón con la misma sonrisa y la ilusión que antaño y con la satisfacción de quien se sabe una persona que ha ayudado a otras muchas a iniciarse en el mundo del arte. «Si alguien me llega a decir cuando empecé que iba a estar aquí sentada resumiendo los primeros veinte años de mi galería seguramente me lo hubiera tomado a broma pero mira, aquí seguimos y con la intención de cumplir otros veinte años más», comienza su charla con este periódico.

Torres, licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona en 1990, decidió abrir esta galería porque quería tener «un contacto directo» con los artistas y crear su propio espacio donde exponer lo que ella quisiera. Prácticamente desde el primer día el centro fue creciendo hasta convertirse en la sala de exposiciones de referencia que es ahora. «Fue increíble, casi desde el primer momento vinieron clientes de todas partes del mundo, como por ejemplo un suizo que el primer año y casi sin conocer mi obra, aparcó su furgoneta en la puerta, y se llevó un lienzo enorme mío en la vaca», recuerda con una sonrisa.