Elisenda Pons sostiene una edición de su libro ‘For Sale’, en Formentera.

Inquietante, angustiante y desolador, son algunos de los adjetivos que vienen a la mente a la hora de hojear ‘For Sale’, el libro de fotografías de Elisenda Pons, quien lleva 24 años ejerciendo el fotoperiodismo en el Periódico de Cataluña.

La fotógrafa se encuentra esta semana en Formentera, para presentar este trabajo que le ha llevado cuatro años y que surgió de una manera casual al visitar, primero, Estados Unidos, y que luego la llevó a Irlanda, Portugal, Grecia y España, con un objetivo: reflejar las secuelas de la burbuja inmobiliaria y la posterior crisis económica.

Según explicó a este rotativo, «a raíz de un Plan de Regulación de Empleo (ERE) en el periódico, decidí dedicar un tiempo a visitar a unos amigos que viven en Los Ángeles e iniciar una ruta por la América profunda hasta Nueva York, y en el camino me di cuenta de la cantidad de carteles que decían ‘For sale’ (a la venta), y cuya proliferación coincidía con el inicio de la crisis global derivada de la denominada burbuja inmobiliaria».

Varias decenas de fotos, realizadas con una cámara Hasselblad panorámica, fueron el germen de un proyecto que se extendió a Europa, «debido al efecto dominó de la crisis», y que la llevó a aprovechar varios de sus períodos de vacacionales para visitar enclaves en países en riesgo de bancarrota.

Elisenda cuenta que «al principio de la ruta por Estados Unidos me empecé a fijar en la cantidad de carteles que ponían ‘En venta’. Los encontraba en motos, coches, casas, locales comerciales, y lo más significativo, carteles publicitarios vacíos. Aún sin tener conciencia de lo que se avecinaba, comencé a fotografiar esa realidad» De vuelta a España, el «tsumani» económico estaba llegando y Elisenda decidió continuar con el proyecto y ampliarlo a los países más vulnerables.

Las fotografías, en las que no se refleja ninguna persona, solo se remiten a construcciones abandonadas, aeropuertos en los que en principio no despegará ni un avión ni una cometa, urbanizaciones descomunales, que ahora mismo son esqueletos en medio del paisaje, pisos pilotos destrozados por el vandalismo o estructuras realizadas por arquitectos de renombre y que ahora lucen cubiertas de malas hierbas.

Millones de euros, tirados literalmente a la basura y que han arruinado a muchas familias que confiaron en una inversión para contar con un techo propio y que en la mayoría de los casos las ha endeudado para toda la vida.