Imagen de archivo de Pablo López. | Redacción Digital

Antes de saltar a la fama, Pablo López pasó un año en Londres. Fue su primera experiencia alejado del núcleo familiar y la resume sin rodeos: «Es una ciudad muy dura, te golpea fuerte». Aquél adolescente marcado por el acné hizo suyas un puñado de canciones de los Beatles, captando, y de qué manera, la atención de los transeúntes.

De regreso a España cambió la guitarra por el piano, se alistó en Operación Triunfo, donde cosechó una meritoria segunda plaza, y grabó dos elepés. El último, El mundo y los amantes inocentes, lo presentará este viernes en Trui Teatre, a las 21.00.

Nadie como el autor para describir su último trabajo: «Este disco es, una vez más, el intento de contar historias que de alguna u otra manera me han marcado, así como la voluntad de hacerlo dando lo mejor de mí como músico y autor», explica López, quien asegura que sus canciones se «elevan a la máxima potencia» sobre el escenario.

Más allá de sus cualidades melódicas y un estribillo de esos que se incrusta en el cerebro, el malagueño define su primer sencillo, El mundo, como «una declaración de intenciones. El mundo se va a tomar viento y sólo nos queda el amor», opina. Tras su debut, Once historias y un piano, quería «dar continuidad al concepto creativo» en sus nuevas canciones, aplicándoles «ciertos guiños sesenteros y algún sintetizador gamberro».

«Aunque esta vez he sido algo más descarado», apostilla López, quien afirma sentirse inspirado tras «un buen café». Reconoce que su timidez sigue jugándole malas pasadas, aunque «poco a poco voy perdiendo la vergüenza»; sin embargo anda sobrado de principios: «La mentira no vale en el escenario, el público huele la falta de honestidad a kilómetros». Lo podremos comprobar esta noche, cuando ponga en liza su nuevo material, grabado en los prestigiosos estudios East West de Los Ángeles.