‘El Brujo’, durante una representación.

Entrevistar a Rafael Álvarez, El Brujo, (Lucena, Córdoba, 1950), siempre es un placer. Aunque es un mito del teatro español gracias a sus montajes, casi siempre en solitario y sobre textos de la literatura clásica, nunca pierde la sencillez al no tomarse «demasiado en serio» los halagos. Y es que como asegura entre risas «somos un país en el que tan pronto se habla bien de ti como te pegan un palo y ya no vales para nada». De momento puede estar tranquilo porque goza del favor del público gracias a espectáculos como El Quijote que estrenará este sábado a las 22.00 horas en la sede de la UIB dentro del Festival Nits de Tanit que organiza el Consell d’Eivissa.

—Su versión de El Quijote es muy particular porque no hay ningún actor en el papel de Don Quijote ni de Sancho. ¿Qué cuenta entonces?
—Habla de la atmósfera de la novela. No es un trozo ni un episodio en concreto sino una reflexión contada por un juglar interpretado por mí.

—Una propuesta diferente de esta obra y más teniendo en cuenta todo lo que se ha hecho este año...
—Sí, pero tenga en cuenta que yo trabajo solo y no tenía sentido convertirme en Sancho o Dulcinea. (risas)

—Otra vez solo. ¿Tiene fobia a trabajar con otros actores?
—No. Es mi forma de actuar desde hace muchos años porque me encanta el género del narrador solista. Un género donde más que interpretar se cuenta una historia.

—Pero reconozca que no tiene que ser fácil...
—Como todo. Al final es práctica, técnica, algunos trucos y recursos y mucho entrenamiento. De todos modos no soy ningún innovador ya que es un género que ya han cultivado en Italia grandes actores.

—¿Es consciente que la mayoría de los españoles no han leído El Quijote?
—Por supuesto. Todo el mundo habla de la obra pero al final es muy desconocida. En este sentido creo que este montaje está pensado para ellos porque intenta ser lo más actual posible.

—¿Hoy en día hay muchos ‘quijotes y sanchos’?
—Muchos. Y si no se lo cree sólo tiene que echar un vistazo a su alrededor.

—¿Qué cree que pensaría Cervantes de su adaptación?
—Creo que le gustaría porque refleja a la perfección su forma de entender la vida como místico que era. Tenía una visión muy particular sobre grandes misterios de una vida que al final no es otra cosa que un viaje con fecha de caducidad.

—¿Tiene muchos aspectos en común con el escritor?
—Sobre todo en la forma de enfocar la vida, la muerte y los valores que nos rodean. Y es que si te paras a reflexionar la sociedad del siglo XVII y la nuestra no son tan distintas.

—Por supuesto. Ya entonces había mucho postureo y tenía mucha influencia la imagen.
—Exacto. Al igual que ahora lo importante era aparentar. Y es una lástima porque hay muchísima gente maravillosa y desconocida que pasa desapercibida al no salir en los medios. Esa gente es la que de verdad merece la pena.

—Lleva más de media vida en el teatro. ¿Cómo lo ve actualmente?
—Jodido, no le voy a engañar. La crisis nos ha perjudicado pero lo que más nos ha dañado ha sido el vapuleo intencionado de un determinado gobierno a través del IVA cultural. Un vapuleo que tenía como fin bajar los humos a la gente del teatro y del cine.

—¿Es usted un superviviente?
—No. Sólo alguien que lleva trabajando en algo que le gusta desde los 80.

—¿Y no le ha tentado la televisión ahora que está tan de moda?
—No porque no hay ningún proyecto que me guste. Hice series como Juncal o Brigada central pero eran tiempos donde había buenos productos y yo buscaba hacerme un nombre.

—¿Está considerado un mito? ¿Cómo lo lleva?
—(risas). Bien, aunque más bien podría ser un mitillo. Siempre es una buena noticia porque quiere decir que el público te quiere y reconoce tu trayectoria. Eso sí, entre algunas administraciones no estoy tan bien visto. Algunas me consideran un grano en el culo y eso me encanta.