La profunda serenidad de su mirada nos desvela a una persona cuya alma está en paz consigo misma y que ama al resto de la humanidad. Es una mujer que, pacientemente, nos intenta enseñar el camino para que nuestras conciencias se remuevan en lo más hondo y expresen nuestro lado más solidario con los más necesitados, con todos aquellas personas que padecen los estragos de la inmisericorde miseria en la compleja y estratificada sociedad de castas de la India. Es Anna Ferrer, viuda del añorado Vicente Ferrer y presidenta de su fundación. Una mujer con una fuerza de voluntad y con un coraje que son dignos de admiración, luchadora hasta límites insospechados, comprometida con las personas más desfavorecidas de la India y embajadora universal de la lucha contra las desigualdades en el mundo.

Anna, como presidenta de la Fundación Vicente Ferrer, ¿qué supone para usted visitar por primera vez Ibiza?

—Me siento muy feliz de poder estar aquí porque se puede decir que la Fundación Vicente Ferrer casi nació aquí en Baleares. Es la primera vez en mi vida que voy a pasar más de un mes seguido en España y la primera vez que estoy en Ibiza, algo que me llena de orgullo y de una inmensa alegría porque en esta isla contamos con muchos amigos de la fundación y con una gran cantidad de socios, padrinos, colaboradores y voluntarios que trabajan con nosotros en favor de las personas más necesitadas de la India».

—¿Qué puede destacar de esta estancia en España que has iniciado con esta visita a la isla blanca?

—En estas fechas estamos conmemorando el vigésimo aniversario de la creación de la Fundación Vicente Ferrer en España. Ibiza es especial para nosotros y por eso la hemos elegido para que sea la primera de nuestras paradas en el largo recorrido que vamos a realizar por todo el país hasta el próximo 2 de diciembre. Tenemos la intención de mantener una serie de encuentros con las delegaciones de nuestra fundación en Baleares, Cataluña, Valencia, Andalucía, Madrid (Castilla-La Mancha y Castilla-León), País Vasco, Navarra y Aragón.

—¿Cuáles son los proyectos más importantes que podría destacar de cuantos impulsa la Fundación Vicente Ferrer en la India?

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—Para la fundación las áreas de actuación más importantes son la educación, la sanidad, la agricultura, la protección del medioambiente, la construcción de viviendas y el desarrollo socio-económico en general de las regiones más deprimidas y desfavorecidas de la India. Cuando empezamos a trabajar en la zona de Anantapur, hace cincuenta años, iniciamos nuestros proyectos de ayuda dando cobertura a un centenar de pueblos y para unas 1.000 ó 2.000 personas. Hoy en día, gracias a las donaciones, al esfuerzo y a la implicación de muchísimas personas que trabajan con nosotros para ayudar a erradicar la pobreza, hemos logrado ampliar el alcance de pueblos y aldeas y para una población de casi tres millones de personas.

—¿Qué cambios ha percibido en todos estos años dentro de la sociedad de la India tras las actuaciones impulsadas por la Fundación Vicente Ferrer?

—Todo esfuerzo que se realice para ayudar en la India es poco porque aún queda mucho por hacer para intentar mejorar las condiciones de vida en muchos lugares. Cada uno de nosotros en la sociedad occidental tenemos una responsabilidad como seres humanos para prestar nuestra ayuda a las personas que más lo necesitan. Como decía Vicente, no puedes dudar a la hora de hacer el bien porque ése es nuestro refugio como personas. Nosotros creemos que la pobreza se puede erradicar, tenemos los medios, pero nos faltan los fondos; por eso debemos tratar de ser efectivos al máximo en nuestras actuaciones para poder conseguir acabar con todas las desigualdades que existen en este mundo.

—¿Qué sentimientos le produce después de tantos años saberse tan útil ayudando a los más pobres en la India?

—Siento que estoy haciendo únicamente lo que me dicta mi corazón. Es una cuestión de dignidad con uno mismo y hacia el resto de seres humanos. Recuerdo una vez una mujer de la casta de los intocables me contó que debía mendigar cada día un vaso de leche para sus hijos en la casa de una familia de casta alta y que allí no le querían dar la leche porque pensaban que solo con su mirada la podía contaminar. Le conseguimos una vaca lechera a esta mujer y la vida sencillamente le cambio por completo. Ahora es capaz de llevar una vida más independiente económicamente y resulta que la familia de casta alta acude a comprarle la leche a ella a su colonia, algo que la hace inmensamente feliz porque han dejado de verla como una paria.

—¿Qué supone el nombre de Vicente Ferrer para las personas que reciben su ayuda?

—Vicente está considerado en muchos pueblos como una especie de semidios al que adoran y honran con el máximo de sus respetos. Lo que él hizo por mejorar la calidad de sus vidas y por darles una esperanza de futuro a sus hijos es algo que nunca olvidan y por lo que siempre nos estarán agradecidos.