Decidir con el corazón.

A menudo, la vida nos trae encrucijadas en las que es necesario que tomemos decisiones importantes, que pueden tener consecuencias irreversibles y pueden marcar nuestra vida para siempre.

Algo tan crucial y trascendente puede generar mucho desasosiego y mucha inquietud. Sabemos que nos estamos jugando mucho y, el hecho de que tomemos una decisión u otra, nos puede marcar para siempre.

En estos casos, nos abordan todo tipo de miedos sobre las terribles consecuencias que nos podrá acarrear el que elijamos un camino u otro y, lo que más nos preocupa, es el miedo a equivocarnos, a no elegir la respuesta acertada, a no tomar el camino correcto.

Todo tipo de “y sis” bombardean nuestra mente. “¿Y si me equivoco?”, “¿Y si creo que esto es lo mejor para mí y luego resulta que no?”, “¿Y si después me va mucho peor?”, “¿Y si me arrepiento?”, “¿Y si sale mal?”, “¿Y si…?”

Nuestra mente se va a un futuro que aún no conoce y se imagina todo tipo de consecuencias terribles, por no haber decidido correctamente. Nos sentimos nerviosos, agobiados, intranquilos, preocupados…

¿Qué podemos hacer en esos casos?

Lo primero de todo, es calmarnos y serenarnos.

El agobio y las prisas no van a llevarnos a la mejor decisión. Y, no vamos a poder hacer gran cosa si nuestra mente va a mil por hora y no se centra en lo que de verdad importa.

Si nuestra decisión es tan importante, necesitamos proporcionarnos momentos de calma, sosiego y tranquilidad. Pasar tiempo a solas con nosotros mismos y tomarnos nuestro tiempo, para decidir con coherencia y con la mayor objetividad posible.

Hay maneras de minimizar los riesgos al decidir:

- Hacer listas de pros y contras y ver qué ventajas y desventajas tendría una decisión u otra.


- Ver todas las posibles opciones que se nos plantean. A veces, aunque nos empeñemos en verlo así, no todo es blanco o negro. Puede ocurrir que haya una solución intermedia, que se nos haya escapado a primera vista y que nos resulte más conveniente.


- Pedir consejo a personas que saben más sobre el tema, o que han pasado por experiencias similares, y nos pueden asesorar.


- Tener en cuenta la opinión de todas las personas implicadas y ver qué es más conveniente para la mayoría.


Para mí, el método infalible para tomar decisiones importantes es el “método del corazón”:

Consiste en lo siguiente:

Retirémonos a un lugar tranquilo y apartado en el que nos sintamos bien y podamos conectar con nosotros mismos sin interrupciones.

Realicemos unas cuantas respiraciones profundas para centrar nuestra atención y alejar todas las posibles distracciones de nuestra mente.

Y, ahora, pensemos en esa importante decisión que necesitamos tomar.

Imaginemos cada uno de los escenarios posibles, según tomemos una decisión u otra, pero, con objetividad, alejando de nuestra mente todos los “Y si” y todos los miedos y dudas que nos puedan surgir.

Se trata de sentir que ya hemos tomado una de las decisiones y que nos imaginamos viviendo de acuerdo a ella.

¿Cómo nos sentimos? ¿Qué emociones nos embargan? ¿Qué sensaciones corporales tenemos? ¿Cuál es el ambiente o sensación general que nos invade?

Es muy importante que prestemos atención a todos esos aspectos, porque, en realidad, muy dentro de nosotros, seguramente, ya sabemos qué respuesta queremos de verdad tomar. Pero, nuestros miedos e inseguridades nos impiden ser totalmente conscientes de ella y verla con claridad.

Si lo observamos con atención, veremos que una de las respuestas nos hace sentir tensos, contraídos, oprimidos, pequeños, inquietos… Nos hace sentir mal y nos trae emociones negativas. Nos oprime el corazón y nos tensa.

En cambio, la opción contraria probablemente nos hace sentir fuertes, nos da una sensación de apertura, de grandeza, de expansión, de luminosidad. Crea un espacio amplio y libre en nuestro corazón y nos proporciona paz. Si nos miráramos al espejo, seguramente, dibujaría una gran sonrisa en nuestro rostro y nos pondría los ojos brillantes de alegría e ilusión.

Uno de los caminos resulta tortuoso, complicado, oscuro, difícil… El otro resulta claro, diáfano, simple, fácil, natural, luminoso...

Uno nos lleva a ser la persona que realmente somos. El otro nos aleja de nosotros mismos. Uno tiene “corazón” y el otro es de la mente y lo crea nuestro miedo.

Los cambios pueden asustar mucho, pero, si no somos coherentes con nosotros mismos y con lo que sentimos, seguramente, más pronto o más tarde, nos arrepentiremos. Es la diferencia entre elegir desde el Amor o hacerlo desde el miedo.

No permitamos que el miedo o la influencia de los demás acalle nuestra voz interior y nos impida ver el camino claro que nuestra intuición sabe que es el que, de verdad, queremos seguir.

Decidir con el corazón, nos permite crear nuestro futuro con coherencia y respeto hacia lo que somos y lo que de verdad queremos.

Y tú, ¿qué decisión vas a tomar?